jueves, 10 de noviembre de 2011

The Dreamers: Capítulo diecisiete, El Universo.


Capítulo diecisiete: El Universo.


Era una hermosa madrugada de exactamente un sábado diecisiete de enero de la tercera semana del año 1987, se notaba el aire sabático, el dulce, juvenil y jubiloso aire sabático. Desde que habíamos llegado a Cariló ese sábado fue el único día en el que pude sentirme fresca, no obstante, hasta que me levantaré de la cama de manera perezosa y por alguna extraña razón me dirigí a la sala de estar y prendí la televisión para ver el noticioso: iba a ser una tarde lluviosa. Maldecí por lo bajo. Creía por fin que podía tener mi día ''perfecto''.
Me volví a las escaleras clavando mis talones en la madera, proporcionando un mal humor para el ambiente alborozado.
-¿No vas a salir? -dijo una voz a mis espaldas; Natalia.
-No, va a llover -dije-. Pero... -reflexioné-, a mí me gusta la lluvia, ¿por qué hago tanta maraña si al fin y al cabo voy a terminar saliendo?
-O sea que sí, vas a salir...
-Te equivocas. Vos me hiciste la pregunta hace dos minutos, y refiriéndote a este momento, ¿o querrás decir hoy a la tarde?
-Sí, ¡eso! Hoy a la tarde.
-Entonces... sí, voy a salir -la observé parada en el último peldaño de la escalera-. ¿Por qué?
-Nada... quería saber si te podía acompañar -tomó aire-. ¿Puedo?
-Si Nati, ¿cómo no vas a poder venir? -hice un paréntesis- Pero no te hagas ilusiones, mira que solo voy a salir a caminar por ahí, nada interesante como verás.
-No será interesante pero si saludable, además es lindo pasar un rato con vos.
-Sí... Bueno, también tiene su pro eso de pasear conmigo -finalicé y subí las escaleras.

Cada paso era un respiro, y cada respiro se volvía del aire. Me mire las manos por última vez antes de girar la perilla de la puerta de mi habitación, esa humilde habitación que me acogía del mundo exterior y sus problemas. Metí mi cuerpo dentro de mi cama y me acurruqué entre las almohadas, todavía tenía algo de sueño. No obstante, mis ojos no se cerraban, por lo que tuve que voltearme a mirar al techo. Tomé mi almohada china y la acomodé debajo de mi busto. Por más extraño que suene siempre me encantó situar esa almohada justo debajo de mi ubre. Mientras observaba el techo le presté atención a una pequeña mancha de humedad que de a poco se iba expandiendo en esa pequeña esquinita superior. El reportero no se equivocaba, esa tarde iba a llover. Y vi la humedad en el pelo de Mayra, antes que a esta pequeña rebelde en la cubierta de mi aposento.
De pronto, y dado por visto que no podía volver a dormir, me levanté de mi lecho hacia el estante en dónde descansaba mi casetera. A su costado había un minúsculo estante en donde reposaban mis casettes de los Beatles. Coloqué el de ''Help!'', y apenas comenzó a andar lo dejé seguir su curso. Pasaron cuatro hermosas canciones hasta que por fin pude percibir mi tema favorito: I’ve Just Seen A Face. Tomé asiento junto a mi escritorio y del primer cajón saqué mi agenda personal (todo lo contrario a un diario íntimo), luego busqué mi pluma y me dispuse a escribir lo que me hacía sentir la canción en ese momento.
Colores. Sol. Cesped. Agua. Alegría. Euforia. Eso era lo que me hacía sentir y ver la canción. Al terminar, después de dos minutos y tres segundos, tendí mi cama al verla tan desalineada. Me acerqué al ropero y de allí tomé lo que iba a vestir esa tarde, teniendo en cuenta que iba a llover: elegí mi pantalón de jean y mi blusa blanca con mangas de tres cuartos de largo, y sin faltar, mis borceguíes –la gente siempre acostumbra a decirme que estaba un poco loca por el hecho de que, aunque sea verano, nunca dejaba de usar mis borceguíes negros.
Mientras me vestía, un ente atrevido decidió ingresar sin antes preguntar. La situación era incómoda; yo con el pantalón a medias y Mariano perturbado.
-Madre mía –dije-. ¿No podías tocar antes, nene?
-Perdón Vicky –escondió su rostro detrás de la vergüenza.
-Mmm, está bien –terminé de abotonar mi pantalón y me guié hacia donde estaban mis borceguíes. Los tomé y me arrimé a Mariano- ¿Para qué viniste? ¿Qué pasa?
-¿Bajas a desayunar?
-No.
-¿Por qué no?
-Porque no quiero, punto.
-No seas así, después te andas mareando y se te baja la presión.
-¿Y qué? –pausé- Desayune o no desayune me mareo igual, no te olvides que tengo talasemia y  por eso la presión se me baja cuando quiere.
-No me interesa… Vas a ir a desayunar.
-Sí, sí, esperar, ya bajo… Sí, sí –expresé de manera sarcástica.
-Dale ma, no seas tonta, te va a hacer bien desayunar.
Reflexioné: me quiere cuidar y por otro lado no me molestará más si le digo que sí.
-Está bien, ya bajo.

Bajé, pero me custodiaba Mariano, y eso me molestaba… No sé qué le sucedía, ¿acaso tenía miedo de que me escapara? En todo caso me tendría que haber echado el ojo cuando desayunáramos.
-Bom dia –saludó Mayra, mientras me acomodaba en la silla justo delante de Tomás, quien bebía café y ojeaba una revista de autos a su izquierda.
-Buongiorno –contesté yo con una sonrisa.
-Si vamos a empezar a saludarnos en distintos idiomas entonces… Good morning! –esbozó Luz.
-Bonne journée –dijo Natalia, luego comenzamos a reírnos, hasta que Florencia dijo.
-Buen día –y avistó su jugo de naranja.
-En fin… ¿Qué van a hacer hoy? –preguntó Tomás.
-Vicky y yo vamos a salir a caminar… -contestó Natalia alegre.
-¿Y los demás? –volvió a preguntar, estaba vez con una tostada en la mano.
-Emm… Flor, Luz, y yo vamos a mirar una película en el living, así que les pido a ustedes dos –señalando a Mariano y a Tomás- que no estorben…
-Quedate tranquila que no vamos a estar, negrita –dijo Mariano, acompañando su gesto con unas palmadas en el hombro de Mayra.
-¿Y a dónde van? –pregunté. Luego miré a Tomás.
-Qué se yo… Por ahí.

Me sentí estúpidamente feliz al notar que el Sol estaba siendo desterrado de mis ojos por la monarquía de las nubes y las pequeñas gotas que se avecinaban de a poco. Ese paisaje gris acaparaba al azul cielo y al punto amarillo, que de apoco, se apagaba.
No me importaba lo que se encontraba enfrente de mí, sino, ver esas olas dibujadas en el firmamento, las cuales me hacían sospechar que el mar no estaba en la Tierra, sino en las profundidades del universo. Y ahí me surgió ese pequeño granito de curiosidad por saber que había detrás de esos nimbos cenicientos. Sabía históricamente que era la ausencia de materia, pero que con
la teoría ondulatoria de la luz  y el vacío se constituyó en algo, que era el ‘’éter’’, al punto que no sólo era algo, sino que llegó a tener un sentido de sólido. No obstante, el péndulo no para, y la teoría cuántica parecía desterrar definitivamente el “sólido éter”. No duró demasiado, ya que, la relatividad había encontrado que el espacio se curvaba, por ende, ya no aceptábamos la posibilidad del ‘’éter’’ ni de que era vacío.
-¿Te gustaría ver que hay en el Universo? –le pregunté a Natalia.
-Bueno… Hay muchos gases esparcidos por las explosiones de las estrellas, hidrógeno, hay estrellas, planetas, nebulosas, rocas volando por cualquier lado, polvo, agujeros negros, galaxias, y muchas cosas de las cuales no tengo idea.
-Sí, es cierto… En parte, porque todavía no se han descubierto.
-Exacto –sonrió, yo también.
Hubo un silencio de sosiego, hasta que yo lo
interrumpí con mi vozarrón.
-Ya van diez cuadras y no llueve del todo, ¿qué hacemos? ¿Vamos a…? –y entonces se desató una tormenta.


Estábamos lejos de casa, podrían separarnos diez ridículas cuadras, pero las mismas eran demasiado largas. Natalia y yo caminábamos debajo de los techados de los negocios, a la vez que yo trataba de tapar algo de mi cuerpo con la campera de cuero sobre mi cabeza. De todas formas no había funcionado, porque a la mañana siguiente ya me dolía la garganta y tenía la fiebre alta.
Alguien había llamado a la puerta. Me levanté rápidamente y me asomé a mi húmedo balcón. Era Harry.

sábado, 29 de octubre de 2011

The Dreamers: Capítulo dieciséis, Modestia, luego pesadumbre.

Capítulo dieciséis: Modestia, luego pesadumbre.


Sonrojada. Sí, mi cara estaba sonrojada, era patético. Me cerqué más a Tomás, tomando con mis manos su mano derecha. Mientras él sonreía le echaba una ojeada a mi actitud de párvulo. ¿Acaso no pensaba en lo simple que se veía eso?, era mi primo, y él siempre me dijo: ''Por más que hagas algo estúpido yo no te voy a dar las espalda, sos mi prima y te amo y te apoyo''. Tomás no era alguien como para que un ser humano llamara <<ídolo>>, pero eran sabias palabras esas para mí, porque yo sabía, que al estar confeccionando todo ese cuadro, él me apoyaba.
Harry se acercaba cada vez un poco más, y lo sabía, pero no lo observaba en lo absoluto, presentía a su figura caminar a un paso apaciguado hacia nosotros, mientras de su mano izquierda colgaba Delfina.
Maldecí en silencio; si lo hacía en voz alta podía llegar a ocurrir algún inconveniente como el de que Tomás me escuchara, y no quería eso. Callé mi mente por unos segundos, volví mi vista al lienzo y atiné mi vista con un hermoso color rojo en los cabellos de las niñas.
Se acercaba, y lo seguía haciendo. Podía sentir su pie izquierdo moverse, luego el derecho, luego el izquierdo, y nuevamente el derecho, y así lo hizo once veces más hasta que, se posó justo delante de mí.
-Hola, chicos -dijo con reverencia Tomás; yo levanté la vista temerosa.
-Hola... Harry -dije.
-Hola Delfina -saludó Tomás- ¡Hazza! -me soltó para darle un saludo de mano, y yo quedé ahí parada con el poco empuje del viento.
-Hola Delfina -esbocé con un oreo desdichado.
-Hola nena -manifestó ella.
Fue todo un sufrimiento, quería cortar esa parte y pasar al momento en que nos debíamos ir a casa, pero, ¿para qué hacerlo, si de todas maneras lo tenía que seguir viendo durante dos meses?, y quizás un poco más, si era que Mayra no entraba como profesora en febrero.
-¿Qué hacían por acá? -preguntó Harry, luego miró a su al rededor- Bueno, para que preguntar si el día es perfecto, ¿no?
-Sí. Además mi prima y yo necesitábamos... un escape.
-¿A qué te referís con un escape?
-¡Dejálos! -articuló Delfina.
Harry rió ligeramente.
-¿Por qué?, vos sabes lo curioso que soy, por ende, quiero saber que traman nuestros vecinos.
Tomás me miro, vio en mis ojos que estaba incómoda, por lo que dijo:
-Teníamos planeado decirle al hombre -señalándolo- que nos haga una caricatura, pero Vicky se siente mal, por lo que tenemos que volver a la casa -lo miró con cara de desencanto y luego agrego- ¿Ustedes no estaban en Pinamar?
-¡Ah, sí! -dijo ella- Quería seguir paseando y le sugerí Valeria del Mar, ¿ustedes vinieron a cenar?
-Si, a almorzar -contesté de manera a corregir su error de tiempo.
-Ah, sí, almorzar, que tonta -río, yo sonreí.
Me aferré a Tomás para dar el efecto a que me sentía verdaderamente mal, contorsionando mis facciones neutralizadas a un semblante lamentable.
-Uh, verdaderamente te sentís mal Vicky -dijo Harry con su aspecto preocupado-. Bueno, los dejamos que se vayan así Victoria se va a recostar -se acercó a mí y mi primo me soltó-. Que te mejores -me abrazó, para luego depositar un beso en mi pómulo siniestro.

Íbamos caminando con moderación, dirigiendo nuestros pies al auto. En ese instante me dieron ganas de volver a revivir el momento pasado, tenía ganas de que mi mejilla vuelva a ser besada por sus rosas labios finos, de grana. Pero no, si yo no me hubiese comportado de esa forma no estaría en este segundo mortificándome por mi mala pauta. ¿Por qué mi primer y <<ocurrente>> reflejo fue reaccionar con aquellos modales?, ni yo lo podía creer. La última vez que había reaccionado así fue a los quince años, cuando el hijo de un cliente de mi padre no dejaba de clavarme la mirada, pero el chico no me gustaba, no va al caso, aunque mi reacción tiene que ver con este momento: me escondía detrás de la puerta. Allá, Harry fue el chico (pero con otras intenciones) y Tomás fue la puerta, y su espalda mi seguro rincón.
-Matame -le dije.
-No, ¿por qué?
-Porque soy una boba -hice un paréntesis-. Matame.
-Te dije que no, ''boba'' -pateó una piedra.
-Entonces le voy a decir a Mayra, ella si me va a matar...
-Como quieras.

Me adelanté unos cuantos pasos y llegué a la camioneta. Me monté en ella una vez mi primo estando cerca de mí. Le dije que lo quería, y él me respondió con lo mismo. Le dije que me perdonara, y él se subió a la camioneta ejerciendo un silenció de paz, pretendiendo que yo era invisible y mi palabra no era válida.
Miré por el espejo retrovisor y lo único que podía ver era esa ciudad alejándose de mí, ¿o yo me alejaba de ella? Sí, me alejaba de ella y... de Harry.
Entre aquel paréntesis, habían pasado largas horas.
-No sigas tan callada, aunque sea retame por no... Haber puesto la ropa sucia en la montaña de ropa sucia del lavadero.
Lo miré con un aire de desconsideración, la verdad que lo que me decía no me tenía preocupada, es más, no me importaba. Yo no era la <<loca>> de la limpieza en la casa, sino Mayra. A ella le debía decir eso, por más que solo lo había dicho para que yo hablara, pero con lo avergonzada que me sentía a causa de mi acto previo, la verdad que no me apetecía hablar.
Dediqué el poco tiempo que nos faltaba para llegar a percibir el cielo raso que se acomodaba sobre el techo de mi furgoneta. Las pinceladas rojas, amarillas y doradas eran un encanto, también se podían ver manchas plateadas acompañando al sol en su descanso más profundo.
De repente la radio se prendió, renegué del susto. Acerqué mi brazo a ella y la apagué. La radio andaba mal desde el día en que partimos de la Capital, pero con mi poca soberbia decidí hacerlo yo misma en vez de un mecánico, hasta que me di cuenta que tenía poca fuera de voluntad para hacer ese trabajo.

Por fin habíamos llegado. Estaba agotada de tanto pensar y estar preocupada en lo que podía llegar a suceder al día siguiente cuando despertara y me encontrara con Harry en la puerta de mi morada.
Fui escaleras arriba y atrás mío me seguía Mayra; o se encaminaba a su cuarto o deseaba saber que hicimos Tomás y yo, y si había disfrutado del paseo. Realmente sí, al paseo lo tomé con mucho regocijo, no obstante, hasta que llegara Harry con Delfina. No quería pensar en eso, por lo que miré a Mayra con una ojeada de complicidad. Ella entró a mi cuarto y a pequeñas palabras le fui contando de mi aventura.
-Lo arruiné, May.
-No digas así, gorda. Te hace mal a vos que sos una persona extremadamente sensible, o sea, ¿no podés pensar en otra cosa?
-¡Qué fácil es decirlo ahora!, ¿por qué no lo pensé en ese momento? –dije sarcástica. Me tire de lleno en la cama y hundí mi cabeza en la almohada- ¡Mierda! -grité, pero mi grito fue en vano, ya que, la almohada al obstruir mi voz hacía a esta que se escuchara en un tono demasiado ligero.
-¿Perdón? -interrogó Mayra con sosiego.
Saqué mi cara de la amolda y contesté.
-Dije: ''¡Mierda!'' -y volví a zambullir mi cara dentro de la almohada albina.

The Dreamers; Capítulo quince, Las dos Ostras.

Capítulo quince: Las dos Ostras.


- ¡No! ¡No! - Le dije gritando una negación a Tomás.
-¡No grites!
-No gritaba - Me incorporé en el asiento del auto, enfurecida. Afuera retumbaban los bocinazos congestionados de las bocinas sin tono de voz, luego de ser usadas por más de quince años.
-¿Entonces? - Continuó.
-Ella se proporciona un mundo feliz en donde todo tiene que ser en base a la gracia de Dios. Al todo poderoso. La detesto. No puedo ser feliz con estas cosas, siempre tiene algo para decir - Camine lentamente al lado de mi primo, mientras el enroscaba su brazo con el mío.
-Tenes razón. Bah, o al menos eso es lo que me imagino. Luz a mí nunca me dijo nada de eso, o me tiro abajo con algún comentario, es más, ella me ha dado consejos que dejaron que pensar...
-Eso es lo que me gusta de Luz pero, cuando se pone como una estúpida es irritante, y me agobia.
-¿Qué fue exactamente lo que te dijo? - Al pasar, una muchacha rubia de ojos avellanas y piernas largas, se cruzó por enfrente de Tomás y este la miro de pies a cabeza. Ella le sostuvo la mirada hasta que ambos desaparecieron en el camino del otro.
-Después de contarles a ustedes que me gustaba Harry, ella fue hasta mi habitación y me dijo que yo a él no le intereso. Cuestión, me desilusionó, ya que vos sabrás que lo hago con facilidad. Y fue tan feo lo que me dijo después que ya no quiero intentar nada con Harry, o acercame a él Harry, o acerca de algo que se trate de él.
-¡¿Qué te dijo?! - Dijo impaciente.
- ¡No grites! - Tomé aire- Me dijo que la verdad dolía.
-¿Eso te dijo? - Pausó- Nunca en mi vida, te lo voy a decir en serio, esperaría ese tipo de reacción de Luz en cuanto a la felicidad del prójimo, porque, si tanto ama a Dios y es devota de él y hace todo para complacerlo y no cometer pecados, decirte lo que te dijo estuvo terrible. ¿Cómo puede un ser humano decirle semejante cosa, horrible además, a una persona insegura, hablando amorosamente?
-Es cierto lo que me decís Tomás... ¿Cómo pudo? - Me separé de él.
-No me sueltes - Exclamó.
-Me transpira el brazo - Le dije.
-Está bien…
-Uh, mira eso… - Especulé.
-¿Qué? ¿Qué pasa? – Preguntó totalmente desconcertado.
-Ahí hay un tenedor libre y al lado un puestito de Caricaturistas, pero traje plata para el almuerzo, es una pena, tenía tantas ganas de que nos hagan una caricatura… - Reí risueña.
-Y después de unos años verla y morirnos de la risa, ¡que picardía que no trajiste tanto dinero! – Exclamó. 

Presentí un aire bulón en su hablar.
-¿Qué me estás queriendo decir?
-¡Somos dos! Vos y yo. ¡Dos! – Repitió- ¿Te pensas que iba a dejar que vos sola pagues? ¡Ni loco!

Nos encaminamos al restaurante. Al entrar vi que era simple, muy sencillito, poca luz, ya que había un sol enceguecedor, abundancia de plantas en los rincones y en frente mío, a cinco mesas de distancia, podía ver una biblioteca, no era la gran cosa, era pequeña y estaba llena de libros acerca de la marina. Como todo restaurante de tipo costanera, justo arriba del umbral de la puerta como muérdago en Navidad, se hallaba un pez espada azul, sus ojos negros y brillantes, estaba petrificado y colocado en una tabla de madera como base, que pronunciaba y copiaba la forma del mismo. Nunca vi cosa más horrorosa en mi vida que un animal usado como adorno, donde fuera que sea ese lugar. Lo deje de lado y tome de la mano a Tomás. Nos dirigí a una mesa cerca de la ventana, tomamos asiento y vino un mozo, muy educado, y dijo:
-Hola, buenos días.
-Buenos días – Saludamos al unísonos.
-Díganme, ¿qué van a pedir?
-Emm… Yo quiero una Ensalada Rusa, para empezar.
-¡Ah bueno! Eso que me dijiste que no ibas a pedir mucho - Comentó Tomás.
El mozo río junto con él y yo me ruboricé de la vergüenza.
-Bueno, basta – Reí mientras le decía a mi primo.
-Que no se enoje la novia – Comentó sonriendo el garçon.
Tomás y yo nos miramos, en nuestros rostros se podía ver esas ganas de querernos reír a puras carcajadas.
-Disculpe, pero somos primos.
-Oh, perdón… Es que parecen una pareja por cómo se tratan.
-Desde chiquitos que somos tan unidos.
-Si – Finalicé.
-Bueno, y no pregunté al señor, ¿qué va a pedir?
-Lo mismo que ella, para empezar.



Treinta minutos después.


-Me llené.
-¿Y cómo no?, con todo lo que comiste es suficiente como para una elefante, ¡sos una bestia!
-Já, y vos suerte que dijiste que era para empezar la Ensalada Rusa y fue lo único que comiste.
-Y, digamos que, por ver todo lo que vos digeriste… ¡Mamita querida!, me dio asco después – Dije con estupor.
-¡Bueno, bueno, che! – Reí- ¿Queres ir yendo a que nos caricaturen?
-¡Dale!


Pagamos la cuenta, salimos y dimos la vuelta y, ¡ahí estaba! El dibujante seguía allí, alegre, con su ente en alto dibujando a dos hermosas gemelas con risos del color de un rubí, ojos como unos zafiros y los costados de sus morros repletos de pequeñas pecas. A un lado de ellas estaban sus padres, mirando orgullosos a sus divinidades más preciadas. Sus dos pequeñas Musas.
Tomás y yo nos acercamos cautelosos y avistamos la mano dibujante del hombre, ¡toda una obra de arte! Si bien era una caricatura, y eso significa exagerar los rasgos, era todo bastante parecido. Esperamos a que finalizara; Tomás se quedó haciéndole compañía y yo me aleje un par de metros, cerca de los barco costeros. La brisa estaba fresca y la verdad que necesitaba de una brisa fresca luego de a ver pasado tres días en aquel lugar con tanto calor golpeando a mi cabeza. Volteé, y al mirar bien al horizonte y detrás de todo ese gentío, divisé la figura andante de Harry. Y como era de esperar estaba con Delfina. Lo que me pareció decepcionante fue que él, el hombre de pura sinceridad, me había mentido, ¿no iba a estar en Valeria del Mar, tratando de reconciliar su relación y terminar en buenos tratos con Delfina? O, simplemente cambió de opinión quizá. ¿Y si fue causalidad?, nunca me quise hacer ilusiones falsas. Pero, ¿podría ser que el destino hubiera querido en ese momento que nos encontremos como ya pasó tantas veces?

Me escondí detrás de mi pelo al aprovechar ese viento que lo hizo flotar tan ligeramente ante mi rostro, excusa para que no me viera caminar a pasos ligeros hacia donde se encontraban mi primo y el dibujante.

jueves, 27 de octubre de 2011

The Dreamers: Capítulo catorce, Debe ser amor.

Capítulo catorce: Debe ser amor.


Era maravilloso oír el ruido que el motor de mi camioneta hacía cuando yo la provocaba al acelerar en un mismo lugar. Me proyectaba hermosas imágenes de cuando yo era simplemente una niña encerrada entre el aroma de la nafta, a la goma vieja de las ruedas, y en muy pocas ocasiones el olor a las nubes salientes de los mismísimos autos, y el aceite de motor también. O las furgonetas, el ruido de las herramientas al caer y el perpetuamente sudor y cansancio de mi padre al arreglar alguna tuerca o ruleman zafado y avistar el taller entero antes de cerrar.
No era una total fantasía de cuentos de hadas de una niña de mi edad para entonces, no obstante, estaba feliz.
-¡Vicky! -gritó Tomás fuera del auto, justo detrás de él.
Acomodé mi brazo izquierdo en la ventanilla del conductor y volteé mi cabeza en unos 45 grados hasta divisar la masculina pero pequeña figura de mi primo.
-¿Qué?
-¿No te diste cuenta de que estaba atrás del auto cuando aceleraste? ¿Y qué me llenaste de arena y de ese olor mata pulmones? -preguntó sin dejar siquiera un resquicio para su infaltable respiro.
-No. La verdad que no, perdón -contesté.
Me incorporé de la ventanilla y tome el manubrio entre mis manos. Me gustaba hacerlo, aunque el auto este o no andando. Me hacía sentir que estaba en otro mundo o que volaba, porque cuando estaba arriba de algún automóvil no sentía que era yo, sino mi padre. Es raro, era raro, pero siempre sentí ser él al estar frente de la adrenalina pura para llevarme a lo recóndito de lo peligroso. Podía ser extremo y no subjetivo, solo me gustaba; lo amaba, o mejor dicho, lo amo. Es algo inherente a mi o a mi forma de ser.
Tomás entró, sin mirarme, y se sentó en la butaca del copiloto.
-Me gustaría que paseáramos -dijo.
-¿Y si vamos a almorzar, solo nosotros dos? ¿Qué te parece a Pinamar? -cuestioné, mientras colocaba mis manos en mi regazo esperando su respuesta.
-¡Me parece perfecto!, sería una salida de ''familia'' -señalo con comillas.
-¿Cómo de, ''familia''? -lo imité.
-Claro. Somos dos, no estamos todos juntos...
-Tenés razón -pause- De todas formas para mí, aunque solo seamos vos y yo -apunte con mi dedo índice a su pecho- somos una familia.
-Te quiero -exclamó.
-Y yo a vos - me acerque a él para cortar la poca distancia y lo abracé.


Se sentía lindo abrazar a alguien a quien verdaderamente uno quiere con toda la fuerza del cuerpo y el alma. Debe ser amor lo que a uno lo fortalece.

Para mí el amor siempre fue a mis hermanos y primos, nunca me incliné hacía el dichoso y adorable lado de llamarlo ''enamoramiento'', en mi vida nunca pude sentir eso porque nunca se presentó aquella persona para satisfacer ese sentimiento oculto que llevo en lo más profundo de mi ente, y es triste de decirlo de esta manera aunque así sea.
Al entrar por la puerta del frente no pude atisbar a ninguno de mis amigos. Seguí las grietas de entre las maderas del suelo hasta llegar a la larga escalera. Subí por ella y me encaminé a mi habitación, justo junto a la de Mayra; justo junto al mar.
Cambié mis harapos. Luego me dirigí a mi escritorio, tomé papel y una birome y empecé a escribir una nota para los presentes en esa casona.

''May, Nati, Luz, Flor y Marian:
Les quería decir que con Tomi nos fuimos a almorzar a Pinamar. No voy a decir lo de: ''cualquier cosa que necesiten me avisan'' porque, como dije, no vamos a estar, y por esa razón acá les deje algo de dinero, por si acaso.
No hagan lio.
Victoria y Tomás.''

La deje descansar en el diván del comedor y en cuento pude me retiré de allí.
Estando en el patio trasero pude ver a Tomás dentro de la camioneta mirando un punto fijo. Acercándome lentamente a él, tome un cigarrillo del bolsillo delantero de mi pantalón y lo encendí con un fósforo que había sacado de la pequeña caja. Hacía mucho tiempo que no fumaba, exactamente cinco años. A decir verdad a los quince años yo comencé a fumar, mi madre sabía que yo quería y ella nunca me privó de hacerlo, aunque a medida que iba fumando un cigarrillo pensaba en mi salud, por lo que lo dejé y después de aproximadamente ocho o nueve años volví a ese maldito hábito, me volvió a suceder lo mismo y nuevamente lo dejé.
No sabía que me había pasado pero tenía ansias de fumar; estaba feliz, nerviosa, contenta y alegre.
Mis buenas emociones se debían a Tomás, y la que quizás o tal vez, podía colocarme en una situación incómoda se debía a Harry y todas mis dudas, por más que eso parezca un caso cerrado. Lo quería mucho (básicamente) pero, probablemente, sin yo poder saberlo, en algún instante del tramo que iba a llevar en esta playa me dijera lo contrario, que no me apoyara y me terminara enamorando.
-No seas mala con tu propia vida y haceme el favor de apagar ese... pitillo -ordenó con un dulce tono.
-Está bien -pite una vez más y lo aplaste contra el pequeño y plastificado cenicero que venía incluido en el torpedo de mi camioneta.
-Eso me gusta más -pauso, pero me dio indicios de que algo más quería agregar-. Quiero que hablemos, pero antes hace arrancar la camioneta.
-Me parece perfecto.
Recliné mi cuerpo hacia atrás, mirando por esa reducida ventana trasera sucia, estando así yo podía dar marcha atrás y salir de entre las palmeras y el escaso pastizal.

Mientras conducía, Tomás, quien tomaba mate sin estancarse sin duda alguna, me hablaba de Harry.
Me impresioné al notar que él lo conocía tan bien, tan a fondo, se podría decir que se hicieron muy buenos amigos en la parrillada de la noche anterior. Y yo solo sabía escucharlo sin sonreír, tan circunspecta mirando al frente pero tan llena de alegría por dentro. 


sábado, 22 de octubre de 2011

The Dreamer: Capítulo trece, Sí.

Capítulo trece: Sí.


Estaba muy tranquila entre las apresuradas y feroces olas, cuyo hervor se enterraba entre mis muslos y los pequeños granos de arena masajeaban mi piel, entre tanto, hundí mi cabeza en las aguas saldas y sin abrir los ojos me impulse hacia adelante chocando con la siguiente ola.
Toqué la superficie con mis pies y di un pequeño salto hacia arriba. Tiré mi cabeza hacia atrás, mirando al sol. Luego tomé mi pelo entre mis manos y lo acaricie, llevándolo hacia atrás.
Al salir caminando no pude evitar sentir ese frío intenso. La brisa provocada por las fuerzas de las olas habían erizado mis pelos. Llevé mis manos de una manera para poder cruzar mis brazos, tapando la piel de ambos, de esa manera el frío cesaba.
Abrí la puerta de la casa. Entré. Miré la vacía cocina y sin darme cuenta, sentí una presencia cerca de mí. Mi curiosidad no se perfilaba en mi rostro en aquel momento, estaba segura de que era alguno de mis amigos. Giré en torno a esa persona y mis ojos pequeños llenos de sal se abrieron de la estupefacción.
Lo mire con estupor.
-Ay, hola, pensé que no había nadie rondando por acá.
-Yo pensé lo mismo -logré decir.
-¿Por...? Ya entiendo... -río mirando al suelo- Perdón, ayer tu primo me prestó una de sus remeras y me dijo que se la dejara hoy a la mañana, y que si nadie atendía que entrara por atrás que no iba a ver ningún problema -pauso-. Pero veo que sí.
-No... No te preocupes, está todo bien -reí-. ¿Te queres quedar a tomar algo?
-Me encantaría... -dijo oponiéndose-. Pero no puedo. Delfina quiere que la lleve hasta Valeria del Mar a almorzar.
-¿Hasta Valeria? Que chica más refinada -bromeé.
-No es muy refinada aunque bueno, si quiero que la relación marche bien voy a tener que cooperar con lo que ella me pida.
-Tampoco tenés que ser su esclavo para que todo vaya bien, Harry –opiné.
-Está bien lo que me decís pero... ¿Yo qué sé? -dijo cabizbajo.
-Sí que sabes. No te hagas el tonto y mirame a la cara -levantó la vista-. Escucháme -tomé aire-. Si queres que la relación marche bien busca cosas que los dos tengan que cambiar, no hacer lo que ella te pida, por más que para vos este bien. No tengo ningún tipo de problema con Delfina pero, Harry, mirate, estás todo el tiempo atrás de ella mientras ves que anda coqueteando con otros hombres, y lo peor es que lo hace frente a tus narices. Yo que vos le hablo muy seriamente -pausé-. En una relación las cosas se hacen de a dos, ¿si no de qué sirve el significado de pareja?
-¿En dónde estuviste todo este tiempo, eh? -se acercó a mí- Contestame.... -tomó aire; yo no entendía-. ¿En dónde? Si te hubiese conocido antes por ahí estos... concejos los tomaba y no me pasarían estas cosas o, definitivamente si solo te conocía y listo.
-Es el destino, Harry. Capas que me puso ahora delante tuyo para.... sanar o para advertir, no sé... -reí-. Mira, no sé ni lo que digo.
-Sí sabes -se quedó en la misma posición, observándome-. Bueno, me voy -acabó por acortar esa poca distancia que nos separaba y beso mi mejilla.
-Nos vemos -dije.

Subí a mi cuarto. Abrí la puerta del baño y preparé la ducha. Me desvestí con rapidez y me arrojé sin pensarlo bajo la tibia agua de la ducha. Tomé el jabón y una esponja, lentamente pase el jabón por la esponja mientras que con la mano que sostenía a la misma provocaba una capa suave de espuma blanca. Podía sentir el perfume a jazmines. Deslicé la esponja por mis brazos, por mis piernas, mis hombros, mi torso, mis caderas, mi cintura y mi pecho. Después tomé la crema para el cabello y la coloqué, muy suavemente por las puntas de mi cabello hasta llevarla arriba y crear burbujas por doquier. Me enjuagué por completo. Cerré las perillas. Tomé una toalla y comencé a secarme.
Al ingresar a mí cuarto y comenzar a elegir mis atuendos, pensaba muy atentamente a las palabras que Harry me había dicho: <<¿En dónde estuviste todo este tiempo, eh?>>
Esa pregunta no dejaba de hacer eco, de resonar una y otra vez dentro de mis pensamientos. Nunca me gustó dejar que las ilusiones me ganaran. Por eso prefería fingir y hacer de cuenta que las cosas nunca me habían sucedido. Me gustaba más eso a que, de alguna manera, sufrir por un amor, o un hombre, que no me correspondiera.


Muy despejada de todo bajé las escaleras y sin aviso a nadie tuve la disparatada idea de cocinar omelette para el almuerzo. Tomé siete huevos, jamón y queso cremoso. Busqué el encendedor negro que me había obsequiado Tomás antes de viajar a Cariló. 
Lo había encontrado justo arriba del modular de la entrada. Llevé mis pies descalzos a la cocina, giré hacía el lado contrarío la perilla del gas, luego me ubiqué en frente del horno y apreté su ultimo botón. Con el encendedor en la mano, encendí la mecha, y colocándolo cerca de la pequeña hornalla cree en su borde una pequeña llamarada azul. Allí iba a dejar descansar la sartén con el aceite. Hice eso mismo. Esperé a que el aceite se calientara, llegando a su punto y lentamente, con un cucharón, iba llenando la sartén de la maza que había hecho con los huevos e ingredientes para darle sabor.
  
Al terminar con todo decoré la mesa. Me había llevado exactamente unos 50 minutos de reloj.
Subí las escaleras por segunda vez y llamé a los demás. Florencia y Natalia enseguida bajaron al comedor, en cambio Luz se tomó su tiempo entre ir al baño y cambiarse de ropa. Tomás bajó en calzones y Mariano con las pantuflas blancas con un hermoso diseño florado, en realidad eran de Mayra. Por ultimo desperté a Mayra con mucho cuidado, a ella no le gustaba que la despertasen a los gritos apurados o con ruidos extraños.
Cuando estuvimos todos juntos en el comedor solo charlábamos y no dejábamos de reír por cualquier incoherencia.
-¿Vino Harry? -preguntó Tomás.
-Emm... Sí, vino -reí tímidamente.
-Eh, eh, ¿y esa risita? -interrumpió Natalia.
-¿Cuál? ¿Esta? -reí con mucha potencia.
-No te hagas la tonta que nos dimos cuenta -dijo Mariano.
-¿Te gusta Harry? -peguntó Natalia.
Yo tarde en contestar.
-No -mentí.
-¡Como se miente! -gritaron Florencia y Luz.
-A que sí te gusta y no nos queres decir -comentó Luz.
Mayra, en todo ese lapso de preguntas y exclamaciones y esa maldita presión, no despego su vista de mí y yo de ella.
-No me podés mentir a mí que soy tu primo... -exclamó Tomás.
-¿Saben qué? -dije ya rendida- Me tienen harta, y como me tienen harta les voy a decir que sí... ¡Sí, me gusta! ¿Y qué? ¿Algún problema?
De repente todos se levantaron de sus asientos y con unas sonrisas en sus rostros, se acercaron a mí y yo sin poder hacer nada al respecto comenzaron a hacerme cosquillas. Eso me dolía. No tengo cosquillas.
-¡Basta, me duele! -grité.
Se alejaron cinco, y uno quedó al lado mío; Tomás.
-Ahora vas a ver vos...

The Dreamer: Capítulo doce, Qué bonita que sos.

Capítulo doce: Qué bonita que sos.


Íbamos caminando a pasa lento, cada uno mirando por distintos lados. Yo, por ejemplo iba observando la arena que de apoco se convertía en asfalto, algunos pequeños puentes de madera y luego otra vez arena, y asfalto y arena y así sucesivamente. Mis pies pateaban la arena, esta salpicaba y se depositaba en el hoyo del pequeño dobladillo de mi pantalón; sonreía, hasta que él me esbozo una pregunta:
-¿No tomas?
-No, no mucho. Me hace mal -lo miré y agregué-. Me mareo y dos segundos después me duele el estómago pero, nunca vomité, así que tanto no me provoca. Además de que me da un poco de asco. Ni siquiera vino puedo tomar, aunque te digo algo: me encanta abrir con el saca corcho todas las botellas de vino, especialmente el vino tinto -volteé al frente y crucé mis brazos por abajo de mi busto.
-Ah, mira vos. Yo tomo de vez en cuando -sonrió, lo pude sentir-. ¿Te puedo hacer una pregunta?, y si te molesta no contestes.
-Bueno, dale, haceme una pregunta -coloqué mis manos en los bolsillos del pantalón mientras que agudizaba mi oído.
-¿Tenés novio?, o, ¿estás en pareja con alguien?
Mis mejillas se tiñeron de un rojo vivo, mientras que una sonrisa pícara se dibujó de manera sorpresiva en mi rostro.
-No, no estoy de novia con nadie. Detesto esas cosas, no son para mí -contesté con el más tranquilo aire.
-Ah, porque yo pensé que vos y Tomás eran algo más que amigos, bah, eso deduje -tomó aire-. Creí que lo de ''primos'' era una forma que ustedes tenían para relacionarse amorosamente.
-¡No! -carcajeé- ¡Estás loco, Harry! Tomi y yo verdaderamente somos primos... -lo observé mientras él miraba el horizonte, y yo no dejaba de reír- Che, me parece que ese es el supermercado, ¿no?
-Sí, es ese -bajo la vereda, se paró en frente mío y estirando su mano dijo-. Vení, vamos -correspondí a su gesto amigablemente, cruzamos la calle y nos adentramos al supermercado.

Decidimos separarnos para encontrar a los demás. Él se fue por pasillo cinco y yo por el dos. Al ir por el dos me topé con toda una fila de jugos en polvo para hacer, divisé el de naranja y lo tomé. Al girar vi a Mayra pasar por entre los pasillos, la seguí y la asuste.
-¡Pero la...! -se dio vuelta y me vio tentada de la risa- ¡Qué haces?!
-Te asusté, ¿no diste cuenta? -le contesté.
-¡Ay, pero que...! –decía mientras que me pegaba con un paquete de algodón que había tomado de uno de los estantes a su costado, a la vez que unos melódicos sonidos de diversión se despilfarraban por sus labios; reía.
-¡Basta! ¡Dejá de pegarme! - le grité al mismo tiempo que levantaba mi brazo izquierdo para proteger mi rostro.
-¡Chicas! -dijo Harry- ¡Ey, ey, ey! ¡Déjen de pelear! -me tomó a mí por la cintura y me alejó de Mayra.
-No te tenías que meter Harry, ¿no ves que lo estaba disfrutando? Tenía que llenarla de algodón, sos un corta mambo vos, ¿eh? -sonreímos todos y yo me solté rápidamente de Harry.
A lo lejos veía a Tomás y a Natalia. Caminé hasta ellos y le di un beso en la mejilla a Tomás. Hacía mucho que no le tendía una muestra de afecto a él.
-¿Y eso por qué?
-Sos un sonso -me quejé-. Una vez que te doy un beso te quejas, al contrario, te tendría que poner contento, soncito.
-¡Ya sé! Pero como vos no sos de dar ni besos ni abrazos se me hizo raro...
-Está bien, está bien, mi ''rareza'' te salvó de que te diga algo -metí el jugo en el canasto y volví con Harry.
Posé mis manos en sus hombros, él me miro seriamente y yo alejé mis manos de sus hombros.
-Qué bonita que sos, Victoria. ¡Qué bonita! -se acercó a mí y beso mi mejilla.
Yo no supe como reaccionar, ni que decir, era la primera vez que un hombre como él se acercaba a mí para decirme tan dulces palabras como las que Harry me había dicho. Ese único propósito hizo que me estremeciera al pensar en aquello.
-Gracias -dije.
-En serio, qué bonita que sos, Vicky -acarició mi pelo y se dirigió al grupo de personas con la que compartiríamos un rico asado.

A la mañana del día siguiente me levanté cansada, era la única que estaba de pie a esa hora de la mañana. Si bien los chicos hicieron una guerra de cervezas, mientras que las mujeres solo sabíamos reír por sus estupideces, eso daba por aludido a una noche que provocaría resaca. Mayra y Florencia terminaron recostadas en la arena diciendo incoherencias, reían fuertemente y cantaban tristes canciones a la orilla del mar, con la luna iluminando sus rojos ojos y sacudiendo las olas. Luz, Natalia y Delfina hablaban de diversas cosas, desde el orden en una casa hasta de política, una cosa verdaderamente de poca importancia para mí.
Puse el pie derecho en las frías tablas de madera del suelo de mi cuarto y luego el izquierdo. Me cambié de vestuario y bajé las escaleras para desayunar. No fue mucho lo que comí; pan con miel y una taza de leche.
Salí a la playa a sentarme en la arena y mirar al mar, en ese momento era en lo único que quería pensar: en el mar.
Me levanté perezosamente caminando hacia la orilla cual, solo deseaba que el agua me cubriera las caderas y poder jugar con la espuma que sea creaba al chocar las olas fuertemente contra mi cuerpo.

The Dreamers: Capítulo once, No llueve.

Capítulo once: No llueve.


Sus dedos se deslizaban armoniosamente por cada una de las seis cuerdas. Era paz y calma, solo su voz se oía como la miel al endulzar cada milímetro de un buen pan casero, con ese cálido humo que le sale dando quietud al ambiente.
-Eso no es sano para mí, vas a hacer que enferme -comenté luego de que ella terminara de cantar.
-Ay, gracias Mavi, te amo gordita -me abrazo, yo solo me quede quieta con mis manos tomadas entre su pecho-. ¡Pero abrazame! -gritó, acompañando con una palmada a mi espalda.
La abracé.
-La verdad que... Que cantas muy bien, en serio May -la felicitó Harry haciéndole caricias a su brazo.
-Gracias Harry, en serio, estos comentarios me ayudan a ver, a saber si tengo que mejorar o no en... Bah, con el tema de mi voz -comentó confiada.
-Bueno, te digo que estás muy encaminada... -logré escuchar antes de que me alejara.

Iba caminando campantemente mientras veía el complicado y sensual caminar que Delfina le brindaba a la vista de mis amigos. Pensé que eso era exagerar, pero la cara de pervertido serial que Mariano poseía en aquel momento era peor que verla a ella moviendo sus cadera provocativamente mientras sus piernas hacían un vaivén de pasos largos y decididos.
-Tomi - llamé- Tomi -volví a decir al darme cuenta de que no había escuchado- ¡Tomi! - volví a decir estando más cerca de él.
-Ay, perdón, ¿qué pasa?
-Nada, solo te llamaba para molestarte... -lo miré pícaramente.
-Dale picarona, decime -dijo mientras sus dedo índice hacía contacto con mi medianamente respingada y blanca nariz.
-¿Cuánto falta para el asado? Te voy diciendo que no voy a comer carne por mis problemillas, y ya sabes cuales son.
-Está bien, entonces me encargo de abrirte unas... dos latas de atún y... -tastabilló-. También de encargarme de que comas al menos las papas, las batatas y un pedazo de calabaza porque no podes no comer nada... Y como tu primo, por más menor que sea, te cuido.
-Está bien que me cuides tonto porque como prima, que conste que soy mayor, te cuido desde mi primer año de edad...
-Querrás decir, mi primer año de edad -dijo alzando la voz.
-Callate, no grites -reímos-. No, mi primer año de edad sonso, si por un año y unos meses soy más grande que vos... Tranquilamente podríamos volver a decir que somos hermanos mellizos y que la gente se descontrole por saber que somos dos angelitos adorables, ¿no?
-¡¿Cómo te acordas de eso?! ¡Pasaron muchos años! -carcajeo.
-Ah, ¿viste? Tengo muy buena memoria Tomi... -le di un golpe muy ligero a su mejilla y me fui.

Salí al patio trasero y me encontré con Mariano, él era el encargado de hacer el asado. En mi mente pensaba que eso era injusticia, él solo no debía estar haciendo eso, y mucho menos con todas esas carnes y especias arriba de la tabla de madera junto a la parrilla. El olor a carne quemada no era de mi agrado; me hacían acordar a cuando mi padre hacía asados todos los sábados a la noche, con vinos, bebidas alcohólicas (en esos casos cerveza), mucho pan casero que mi mamá hacía, una ronda infinita de amigos entre los pequeños espacios que los autos dejaban libres al cruzar de una vereda a otra, familiares de mi edad correteando de esquina a esquina, y sin temor en aquellos tiempos, pero también me hacen pensar en, dichamente, la carne, los animales. Pero eso poco importaba en ese momento, únicamente una buena noche sabática con amigos.
-Me parece que te ''boludearon'' –le dije.
-¿Te parece?, yo creo que sí. En cima el idiota de Tomás, que es idiota, en vez de traer cinco tiras de chorizo y dos de morcilla como le había dicho, trajo, dos tiras de chorizo y cinco de morcilla –mordió su labio inferior y siguió asando.
-Que cabeza de novio –me burlé.
-¿Cómo cabeza de novio? –estaba desorbitado.
-Si, como oíste… Todavía siente cosas por Mayra. Pero quien sabe, ojalá se dé cuenta de que ella no lo quiere y encuentre a alguien que lo valore de verdad. No sé qué hace acá esperando a que a Mayra se le muevan las ideas y no sale a buscar a ese alguien, sabiendo que hay tantas mujeres en este mundo. Es preferible que no se encierre en pensar solo en May, la quiero mucho, pero no… ¿Me entendes? –pausé; Mariano escuchaba atentamente-. Yo a veces pienso en esto y me pregunto: ¿Qué pasará por la cabeza de Tomás?. Es mi primo, y obviamente voy a querer lo mejor para él. No digo que Mayra sea mala persona…
-Es que hay tanta buena mujer afuera que el solo se crea un mundo en donde él y ella son felices, cuando sabe que no es verdad… -interrumpió.
-Claro, exacto, es así –callamos-. ¿Me parece o necesita más carbón?
-Sí, necesita más carbón –reímos-. ¿Me traes un par?
Me acerqué a la bolsa del carbón y tomé unos diez carbones. Se los alcancé a Mariano, hice un ademán en forma de despedida y entré nuevamente a la casa. No había ni un alma en esa salda de estar tan limpia y ordenada, mantenida así gracias a la destreza de Mayra, cuando el afán de limpiar y fregar se presentaba en ella. Me divertía, a veces, verla limpiar con tanto ímpetu a la vez que sus pies se movían en pequeños círculos componiendo un vals al ritmo de la música que sonaba en la radio o simplemente verla bailar como era de costumbre en ella.
Fui hasta la cocina y las únicas que estaban eran Luz y Florencia, me acerqué y les cuestioné:
-¿Y los demás?
-En la playa, Vicky –dijo Flor.
-No, mentira Flor, algunos fueron a comparar al supermercado gaseosas.
-¿De casualidad no les dijeron que yo tomo jugo de naranja?
-No –contestó Luz.
-No hay problema, voy con ellos.
Corrí hasta mi cuarto y tomé un suéter gris claro que contrastaba con mi pantalón de jean negro, largo, y mis borceguíes brunos, desgastados, con todo el peso de los años encima de ellos. Recogí mi pelo en una cola de caballo mientras dejaba que mi flequillo se desacomodara libremente en mi despejada y suave frente.
-¿A dónde vas? –dijo alguien a mis espaldas.
Al darme vuelta vi que se trataba de Harry.
-Voy al supermercado con los demás así me compro un jugo de naranja en polvo para hacer.
-Te acompaño.
Mi respuesta fue positiva, lo recibí con mucha alegría y no entendía porque se debía tanta felicidad de que me acompañara un par de calles al centro.

The Dreamers: Capítulo diez, Una breve descripción de todos y música.

Capítulo diez: Una breve descripción de todos y música.


Me acomodé en el suelo luego de limpiar mis extremidades. Me sentía en paz envuelta entre aquella multitud, en aquel ámbito escuchando las diferentes voces tranquilas y sumamente serenas.
Miraba a cada uno y a cada uno le buscaba sus complejidades y semejanzas con los demás. Mientras más los observaba más me enamoraba de sus rostros y sus diferentes facciones. Eran todos bellos.
Tomás era prominente, fino, delgado. Tenía el cabello corto con unos pequeños risos castaños. Unos cristalinos ojos astrales que al caer el sol encima de ellos se iluminaban y parecían un sendero invisible. Cuando él reía se le hacían unos hoyuelos a los costados de sus mejillas, la mayoría de las veces estaba serio con su ceja derecha elevada. Siempre que hablaba parecía una pequeña campanilla retumbando en los oídos de todos, con sus sabias conclusiones y palabras. Mientras estiraba sus piernas casi pegadas a las de Mayra.
Ella era, de las mujeres, la más alta, la más optimista. Sus ojos eran hermosos visto desde cualquier ángulo, tenía unos rasgos delicados y su piel, oscura como la arena mojada pero con un brillo especial. Su cabello llegaba hasta sus caderas, marrón e irregular. Cuando reía dejaba ver una perfecta hilera de blancos dientes. Al subir el sol por su ventana los ojos parecían dos pequeñas avellanas tratando de acrecentar su claro color.
Natalia estaba a su costado, acariciando su cabello rubio ceniza con sus largas manos. Sus ojos pardos tenían forma de gota colocadas en su ángulo horizontal, una larga y respingada nariz y unos finos labios finalizando con su semblante tan pulcro. Su tés era blanca como la nieve. A menudo se la veía sonriendo; siempre bailaba y nunca dejó de cantar.
Mariano estaba detrás de ella oyendo como las palabras de Delfina salían disparadas por sus labios. De los varones él era el más alto, el más delgado y el más rubio. Tenía el pelo corto, sus ojos eran grandes y poseían una mirada profunda, agraciada y penetrante. Él era el típico chico que por más dolido que este te pinta una sonrisa en el rostro. Nunca dejo de ser cariñoso ni con su propia persona.
Florencia estaba a un lado, cerca de mí. Tenía el pelo castaño muy oscuro, parecía casi negro. A sus ojos le ocurrían lo mismo, eran tan oscuros que parecían el vació de una penumbra oscura, pero a lo lejos se identificaba un radiante brillo en ambas perlas. Tenía una nariz larga, fina y perfectamente recta. Un lunar se posaba justo debajo de su nariz. Era de tés blanca, muy blanca. Ella era alta y enjuta, muy enjunca. Nunca la vi sin dejar se saltar, de irradiar colores en todas partes. Nunca la vi dejar de ser como un arco iris; y cuando ella está triste se nota demasiado, sus ojos se oscurecen más de lo normal y parecieran que no los tuviese, su brillo desaparece, sus comisuras se afligen y recaen.

Luz era demasiado madura para su edad. Era buena oyente, pero era devota de Dios, porque lo que a cada rato lo nombraba o comentaba algo hacer de él o rezaba sus palabras. De vez en cuando no sabía cuando callarse, y eso, hería al prójimo. Alta, delgada, de facciones delicadas y hermosa.
Finalicé conmigo. En ese pequeño tramo traté de analizar mis actitudes, como era. Sí sabía que era una persona muy soberbia, haragana, indolente, arisca, pero también reconocía mi lado amigable, simpático, gracioso, dulce, infantil y por sobre todo esa forma de saber quién soy y tenerlo muy despejado en mi mente. Nunca hice algo para perjudicar a las personas y nunca lo hubiese pensado.
-¿Y vos? ¿Tenes más o menos en mente las cosas de la vida? - preguntó Delfina a Tomás.
- Yo pienso que la muerte es un misterio, luego de vivir y hacer lo que nos correspondía en este mundo - respondió Tomás.
-Está bien, pero no todos estamos para hacer algo útil o algo bien... Hay gente que no sabe ni siquiera en donde esta parada -opiné de repente-. Y sobre la muerte... Es lo único verdadero que hay en la vida.
-Sí, pero, hay una conclusión...
-No Tomi, no hay respuesta...- lo interrumpí-. Está la gente ignorante y la que sabe. Si no tenés bien pensado querés hacer con tu vida es lo mismo que no ser nadie, y te sentís solo, envuelto en la tristeza... Y llega la depresión... -tomé aire y hubo un silencio- Por eso te digo que hay gente que no sabe en dónde está parada.
-No me voy a poner discutir, vos pensas de una forma diferente a la mía y además estamos en democracia y hay que disfrutarla. Te respeto y respeto tus... ideales -río y yo igual.
-Gracias -dije mientras sacudía unas migas de galleta que tenía en el regazo de mi vestido.
-¿Damos este tema por terminado o quieren seguir debatiendo? -expresó Mayra.
-¡Olvidate! Ya está más que terminado... Tanto hablar me dio ganas de comer -dijo Florencia estirándose hacia atrás, luego miro a la pareja-. Che, ¿y si se quedan a tomar unos mates?, o lo que quieran - pausó-. ¿Y si mejor no se quedan a comer? ¿Qué les parece?
-Yo no tengo ningún problema -contestó Delfina-. ¿Vos, amor?
-Para nada, me encantaría -se estiró y sonrió.
-¡Bueno, entonces hacemos un asado! -exclamo Natalia.
-¡Sí! ¡Dale! -dijimos todos al unísonos.
-¡Esperen, ¿Luz sigue durmiendo?! -preguntó Florencia.
-Si... -le contestó Mayra mirando su al rededor.
Vio que faltaba Mariano.
- ¿Y Mariano? - preguntó.
-Se fue al baño -le contestó Natalia.

Cuando anocheció mi primera idea fue irme hasta el patio trasero a tocar un rato la guitarra. Sin más ni menos, tomé la guitarra de Mayra, coloqué mis dedos en las cuerdas y las afiné.
-Uh, a ver... -toque un poco y luego agregué- ¡Perfecto!
Mientras la introducción con las cuerdas sonaba, de mi boca comenzó a escucharse una tierna unión de palabras, con adorables combinaciones de frases. Era todo una poesía. Bah, casi siempre en la letra de una canción hay poesía, hay tristeza reflejada en ellas, amor, placer, deseo, inmunidad, mgia, alegría, y millones de sentimientos, expresiones e historias.
-Muchacha ojos de papel, ¿adónde vas? Quédate hasta el alba... Muchacha pequeños pies, no corras más, quédate hasta el alba. Sueña un sueño despacito entre mis manos, hasta que por la ventana suba el sol. Muchacha piel de rayón, no corras más, tu tiempo es hoy... Y no hables muchacha corazón de tiza, cuando todo duerma te robaré un color -pausé porque así la guitarra lo decía- Muchacha voz de gorrión, ¿adónde vas?, quédate hasta el día. Muchacha pechos de miel, no corras más, quédate hasta el día. Duerme un poco y yo entre tanto construiré un castillo con tu vientre hasta que el sol, muchacha, te haga reír, hasta llorar, hasta llorar. Y no hables más muchacha corazón de tiza, cuando todo duerma te robaré un color -volví a hacer sonar solo mi guitarra y luego finalicé.
De repente escuché unos aplausos. Al voltearme vi a Harry, y a su lado Mayra. Sonreí y mis mejillas se tiñeron de un rojo apocado, de un rojo sereno.
-Qué lindo -dijo él.
-Gracias -sonreí, me paré con la guitarra entre mis manos, hasta acercarme a ellos.
Le cedí su guitarra a Mayra, ella la tomo, la puso en posición y comenzó a tocar.

jueves, 20 de octubre de 2011

The Dreamers: Capítulo nueve, Tus labios en mi mejilla.

Capítulo nueve: Tus labios en mi mejilla.


Estaba en un situación un poco incómoda, no se interactuar más de dos palabras con una persona que apenas estoy conociendo o me gusta, pero lo más raro es que cuya persona de alguna manera llegó a interesarme sin antes haberla conocido profundamente.
Llegó la hora de hablar y no sabía que decir o como aparentar una completa tranquilidad, obviando mi nerviosismo. Un atiborrado maquillaje. Sonreí, de alguna manera tenía que pasar aquella prueba que el momento me estaba colocando. En el silencio de mi sonrisa pude captar un brillo especial en los ojos de Harry, solo se le hacían cuando me miraba y claramente cuando sonreía para deleite mío.
-Y... ¿Bueno? -pregunté sin siquiera haber querido preguntar- ¿Está todo vien con tu novia? -atiné a decir.
-Sí, algo así -pauso-. Digamos que sí... -sus manos se dirigieron a sus bolsillos y sus labios hicieron un gesto, moviéndolos de un costado al otro.
-¿No queres pasar? -no me creía ni yo misma lo que había dicho.
-Sí, me parece pero, ¿molesta si le digo a Delfina?
-¡Para nada! -contesté lo más normal posible.
-Bueno, esparame acá que la voy a buscar -acaricio mi brazo y yo sólo supe mirarlo a los ojos; mi sonrisa se dibujó segundos después.
-De todas formas es acá en donde me voy a quedar esperándote.

Salió corriendo en busca de Delfina, su novia. La encontró charlando muy ordinariamente con un surfista. Era la clase de tipo que se creía divino con todas las mujeres que se le acercaban por sus bien pronunciados músculos gracias a horas y horas de ahogarse en sudor en el gimnasio, su piel exageradamente bronceada y mucha tintura rubia para el cabello; y como excusa colocan una inocente tabla de surf bajo su brazo.
Harry la tomó de la cintura y con un ademán muy sarcástico tomó el hombro de aquel muchacho y lo zamarreó en forma de saludo.
Luego inmovilizó a Delfina con la misma mano, desde donde yo estaba se notaba que discutían. De curiosa que soy en aquel momento me hubiese gustado saber qué era lo que hablaban.
Me pare recta, tomando entre mis manos mi suave y largo pelo, lo acomodé detrás de mis orejas, fue en vano, ya que un fuerte viento lo desordeno creando un remolino en él. Volví a hacer lo mismo por última vez y en cambio recibí un buen cumplido de Harry.
-Gracias –dije.
-De nada -acaricio nuevamente mi brazo.
-Hola -dije con mi mirada fija en Delfina.
Ella era alta, mucho más alta que yo pero más baja que Harry, su pelo era rubio un tanto amarronado, largo hasta la altura de sus hombros y con algunas ondas. Sus ojos eran negros y vacíos, no veía expresión alguna en ellos. El color de la dorada arena se confundía con el de su piel.
-Hola, ¿cómo estás? -saludó con una agradable sonrisa.
-Muy bien, gracias... ¿Quieren pasar?
Asintieron al unísono.
Al entrar a la casa, Delfina no dejaba de mirar las pinturas que se hallaban en las blancas y pulcras paredes del pasillo principal.
-Esos los hicimos Mayra, Luz, Natalia y yo -reí por lo tonta que fui-. Ay perdón, no conocen a nadie de esta casa... Hagan lo que quieran, ya vengo, voy a ir a buscar a los demás, ¿me esperan?
-Seguro -dijo Harry, Delfina solo movió su mano sin despegar su vista de los cuadros.

Subí al cuarto de Mayra y le dije que estaba Harry con la compañía de su novia, ella se impacientó y bajo rápidamente al living. Pase por los cuartos de Luz, Florencia y Natalia y solo vi a Luz durmiendo, no quise despertarla y seguí caminando por el pasillo en busca de Tomás y Mariano. Nos los hallé, y para colmo escuchaba los repiquetear de los zapatos de Natalia en los peldaños de la escalera de madera.
Bajé nuevamente y enseguida escuche las risas de Mayra y de las chicas. Como ellas son unas personas expertas en sociabilizar no les costó nada entablar conversación alguna con Harry y Delfina, me puse celosa por ello.
Los vi a ellos reunidos en el sofá, el único mal ubicado era Harry, quien estaba apoyado en el apoya-brazos del diván, lo pase por alto y me encaminé al patio trasero de la casa. Son esas las casualidades de la vida que cuando uno convive armoniosamente con varones, los varones rompen la armonía y buscan herramientas con las cuales bromear de manera molesta a una persona; en este caso una chica, y esa era yo. Para mi ''suerte'' Mariano y Tomás le tenían planeado un charco lodazal arenoso en la parte inferior del lado de afuera de la casa, a alguna que persona que por casualidad -fue mi caso- debiera cruzar al otro lado. Pise el lodo con grumos de arena y caí del lado de adentro, pero mi trasero sufrió varios escalones. Todos reían y yo solo intentaba tomarme del ventanal, ya que mis pobres pies estaban llenos de barro. Las marcas que mis manos dejaron en el vidrio eran de lamentar, estaba todo en un perfecto lujo hasta que una torpeza mía fue a dar a aquel cristal y a las atildadas cortinas.

De repente sentí unas robustas manos que me tomaban por debajo de mis axilas hasta tomar decididamente mi cintura. Estaba segura de que era Harry, ¿quién otro si no?
-¡Son increíbles! -masculló tomando los brazos de Harry haciendo fuerza hacía arriba, así no dejaba todo el peso de mi menudo cuerpo a él.
-¡Decinos si eso no fue genial, Vicky! -exclamó Mariano.
-Sí, buenísimo va a ser cuando tus testículos queden como dos pasas de uvas.
Harry comenzó a reír y yo no pude evitar sonreír. Tomás me miro, su mirada me decían más que mil palabras, me marcaban pequeños indicios claros.
-Perdón prima -tomo mi mano y la acarició.
-Sí, perdón Vicky -añadió Mariano en unas milésimas de segundos después de Tomás.
-M.m... Está bien.
-¿Queres que te ayude en algo, Vicky? -pregunto Harry de repente.
-No... Harry. Gracias por ayudarme -pausé mirando al grupo de chicas-. ¡La verdad que fuiste el único que se preocupó! -les grité, luego reí por lo bajo.
-Sos inconcebible.
-Gracias, ¿pero por qué lo decías? Yo sé que soy un completo desastre.
-No digas eso, me dan ganas de matar a las personas que se desprecian o se rebajan de esa forma ellas mismas... -expresó con sinceridad.
No supe que decirle, solamente mirarlo como hace veinte minutos atrás en la puerta de mi gran morada.
-¿Estás viva? -preguntó con un sonrisa y sacudiendo mi hombro.
-Sí... -tomé aire- Más vale que no me mates, porque por más malísima que sea... Supongo que me queda mucho tiempo para mejorar.
-Eso estuvo mejor -beso mi mejilla, lo hizo, y sin previo aviso a mis despistados reflejos.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Victoria.



Mayra.

The Dreamers: Capítulo ocho, Risas.

Capítulo ocho: Risas.


La puerta sonó tres veces, luego dos, y luego otras tres más: era una clave. Era obvio que quien estaba detrás de la puerta, era un individuo que media casi un metro setenta y uno, pelo marrón, largo y un poco ondulado, ojos castaño oscuros, grandes y bien delineados, delgada y con un temperamento duro y una desenvoltura explosiva.
Abrí la puerta y Mayra estaba parada mirándome un poco lánguida, su rostro reflejaba preocupación.
-Che, ¿está todo bien? -preguntó alzando su mano y apoyándola en mi hombro. Sentí un escalofrío.
-Pasá -la tome del brazo, la senté en mi cama y con las fotografías de Harry en mi mano me quedé mirando hacía el balcón.
-Mavi... -llamo mi atención- ¿Está todo bien? Me imagino que estarás un poco enojada...
-Fue en el momento. Tiene razón, soy un desastre, el peor de todos. En ese minuto me hirió porque hice un esfuerzo por cocinar el puré, aunque sea aplastar mucha papa, poner leche y mezclar todo -dije rápidamente-. Ahora quiero que veas esto -dije rápidamente.
-Bueno...
Estiré mi brazo y le di las fotografías. Mientras ella las observaba yo caminé hasta el balcón buscando a Harry con la mirada. No lo encontraba, por lo tanto me di por vencida y cuando estaba por bajar la vista el ímpetu de una joven saltando llamo mi atención. Era su novia, Delfina, y en el centro de su círculo invisible dando vueltas en su propio eje para no despegar la mirada de ella, estaba él.
-¡Te gusta el vecino! -gritó de repente Mayra, pegando un pequeño salto y poniendo su risa en grave.
-¡Shh! -le repetía una y otra vez con énfasis-. No quiero que medio mundo se entere, ¿te parece?
-Bueno, es que no sé, saber que te gusta alguien es un milagro del cielo Vic -sonrió enfermizamente y cantando decía-. ¡Aleluya, aleluya! -se detuvo y con un brusco girón de cabeza me miro de golpe, y acercándose a mi agregó- Y vos que me decías que nunca te ibas a enamorar.
-Es que no estoy enamorada -la miré con desgano y mis brazos cruzados.
-Ah, solo te gusta... ¡Qué aburrida que sos! -se sentó en la cama con sus brazos detrás, en diagonal, manteniendo el peso de su cuerpo sobre ellos.
-¡No, no soy aburrida! -exclamé tomando la silla del escritorio y sentándome en ella muy apaciguadamente, pero del revés; mis brazos apoyados en el respaldo y mis piernas enrolladas en las patas delanteras- ¿Por qué no puedo no estar enamorada? ¿Acaso alguien dijo que sí o sí me tengo que enamorar de alguien porque si no soy una persona aburrida? Dejá de decir cosas incoherentes-dije en forma burlona.
-Amargada -río- Dale, deja de tontear y decime...
-¿Qué queres qué te diga? -me levanté, estaba muy hiperactiva desde que yo misma saque mis conclusiones acerca de aquello; nerviosa, así estaba.
-Mmm... -suspiró pensativa- ¿Qué le viste? Es precioso, está más bueno que comer pollo con la mano pero yo soy re chusma y quiero saber.
-Lo primero que me atrapo fue su mirada. Es cálida pero fría, por momentos penetrante y a veces es distante; me encanta.
-Mmm, Victoria -bromeó giñando un ojo con su sonrisa perversa, acompañado con un suave tono seductor.
-Mmm, Mayra callate o te mato -bromeé giñando un ojo pero con sarcasmo, acompañado con el mismo tono seductor.
-Que antipática -mordió su labio inferior de manera bufona.
-Ya sé que soy antipática, te felicito por darte cuenta... -la mire de reojo.
-Vení -me dijo después de un minuto que dejamos pasar en un disfrutado silencio.
-¿Adónde? ¿Para qué?
-Vamos a salir un poco a la playa… -me llevó al baño, volteó su cabeza mirando a todas las direcciones, volvió al cuarto y soltó mi brazo; se agacho, abrió uno de los cajones de mi bártulo preferido y haciendo un desorden con mí ropa tomo una bikini completamente azul y dijo:
-Ponetela ya.
-Ni loca, olvidate que me la ponga, no, no… -me negaba, sentándome en la cama con mis piernas cruzadas.
-¡Que sí! ¡Ponetela! –exigía Mayra moviendo sus manos para todos lados.
-No –contesté tranquila.
-Sí.
-No.
-Sí.
-No.
-No –me despistó Mayra.
-Si –dije yo muy necia.
-¡Já! ¡Dijiste que sí, ahora te la pones!
-Sos reverenda hija de Dios –se la arrebaté de la mano y me encerré en el baño.

Me coloqué la bikini, aún sabiendo que las detestaba ya que normalmente iba a la playa vestida. No me gusta el Sol tanto como para que tueste mi piel, la prefiero así de blanca y pálida.
Encima de ella me coloqué un vestido veraniego de color blanco. Me sentía mucho más cómoda, sentía que si solo salía con la bikini y sin ningún tipo de paño florido o algo, me vería atrapada en una ridícula y total vergüenza.
-Listo –dije una vez que salí del baño.
Mayra me miro horrorizada.
-¡¿Y ahora qué?! –vociferé haciendo unos movimientos con mis manos.
-¡Querida! –Resopló-. ¡Si te doy una bikini es para que se te vea todo, no para que te tapes!
-¿Qué parte de ‘’soy reservada’’ no entedes? ¿’’Soy’’? o, ¿’’reservada’’? ¿O directamente no entendes? –me estaba frustrando y solo decidí a sentarme a la orilla de la cama.
-Sí, sí, si claro… -contestó irónicamente-. Ahora vamos a salir, dale.

Me tomó del brazo como antes, me hizo bajar las escaleras rápidamente, cada dos escalones.
Cuando nos topamos con la puerta principal Mayra respiro profundamente y me soltó. Salió riéndose prepotentemente de manera innecesaria. Todos se dieron vuelta y yo no sabía si correr a dentro de la casa o humillarme. Elegí humillarme y me tape la cara con la mano. 
Mayra me codeó en las costillas y por lo bajo me dijo que fingiera una risa escandalosa, de esa forma Harry me escucharía y de seguro querría saber porque estaba riendo con ese aspecto. Al principio no estaba segura de hacerlo pero recordé un chiste y comencé a reír lo más fuerte que pude. Mi risa nasal a la que yo llamo ‘’Risa de Cerdito’’, se hizo presente y gracias a ella Mayra se tentó inexplicablemente. Nuestras risas eran tantas que Harry se dio vuelta, se acercó a nosotras y se quedó observándonos con una sonrisa, dejando ver una hilera de perfectos dientes bien blancos. Un perfecto Rosario, como diría mi abuela. 
-Hola –saludo tentado-. ¿Están bien?
-Si… -pude decir yo retomando el aire perdido- Perdón Harry, tuvimos un pequeño atoro de risas…
-Me di cuenta –colocó sus mano en los bolsillos y se dedicó a mirarnos-. ¿Se puede saber de qué reían? –nos brindó una risa muy suave y complaciente.
Mayra me miro sin saber que decirle, pero a mí enseguida se me ocurrió contarle un chiste que una vez mi hermano había hecho en una noche donde toda la familia Cardillo estaba reunida y la ronda para decir ocurrencias era infinita.
-Es que… -tomando aire- Le conté un chiste a Mayra, ella se tentó y por su risa me tenté yo también. ¿Queres que te lo cuente? –el asintió- Una lombriz ve un plato de fideos y dice: ‘’¡Orgía!’’
-¡Esta bueno! –río.
-Decícelo a mi hermano, si es que alguna vez tenés la suerte de conocerlo –me cruce de brazos sin dejar de sonreír, Mayra se estaba yendo y al darme cuenta de eso giré y le grité- ¿A dónde vas? –Pause - ¿Qué vas a hacer?
-No sé si escuchaste pero me está llamando Mariano –mintió.
-Ah, bueno, entonces entremos –me acerqué a ella pero me detuvo en el instante.
-No hay dos Mayra's, solo hay una y esa soy yo –miro a Harry y lo saludo con la mano-. Permiso,nos vemos…
No sabía qué hacer, estaba en una posición muy desasosegada. No me gustabaa para nada.

The Dreamers: Capítulo siete, Tu silueta permanente en mis fotografías.

Capítulo siete: Tu silueta permanente en mis fotografías.


Luego de mi repentino beso en su mejilla solo pensé en una cosa, y era regresar a la casa. Me sentía en paz, tranquila, bien vivaz. No como cuando me había levantado; completamente adolorida. Mientras fijaba mi vista en el horizonte una pequeña figura se hizo presente, saltando y abanicando sus brazos. Mis ojos, de soslayo, lo veían como una sombra en principios, pero al darme vuelta vi que se trataba de Mayra, quien me hacía señas con sus brazos.
Acercándome a ella no pude evitar sonreír, es más que común en mí que sonría todo el tiempo gracias a cualquier cosa pero, esta vez sonreía por verla a Mayra y notar que a sus espaldas estaban ellos.

Entre a la casa sin vacilar. Nos dirigimos al comedor y allí estaban todos. Tomás en la punta superior a mí, con su rostro escondido entre sus brazos, Mariano estaba en la punta inferior a mí, jugando con los utensilios. Natalia deambulaba por alrededor de la mesa fijándose si todo estaba en orden, acomodando los platos y los vasos. Florencia, quien estaba sentada entre Mariano y una silla vacía, miraba un punto imaginario. Luz estaba enfrentada a Florencia y sentada en diagonal a Mariano, solo hacía garabatos en una servilleta. Mayra me dijo que se sentaba al lado de Florencia, y yo en el otro lado de la mesa, entre Tomás y Natalia.
Una vez el puré, la merluza, la sal, los aderezos, el agua, el jugo, el agua gasificada, las galletitas de agua y todos bien ubicados alrededor de la mesa, comenzamos a comer. En el tramo del almuerzo hablábamos, opinábamos, nos contábamos chistes y cosas de cómo fue nuestra mañana.
-Hace como un mes, antes de venir a Cariló, me llamo mi prima y me dijo: ''Cuando estés en la costa avisame, así voy'' y yo... -comente interrumpida por Mayra.
-Imagino que le habrás dicho que no, ¿no? -exclamó ella.
-Si no me interrumpieras a cada rato te lo diría... -dije dulcemente e hice un ademán y ella miro hacía su plato nuevamente- Bueno –nos obstante tomé aire y proseguí-. Le dije que no ahora, que viniera cuando estemos bien instalados nosotros... Cuando ya conozcamos bien el lugar -finalicé.
-¿Es Anabella, no? -pregunto Luz.
-¡Sí, es esa! -señalo Florencia-. Me acuerdo que cuando me vio comenzó a imitar mi ''look''.
Levanté mi ceja izquierda.
-Bueno, basta -suspiro Mariano acariciando su chata panza, bien satisfecho-. Nati, te re pasaste con la Merluza, muy buena.
-¡Ay, gracias! -sonrió y le dio un mordisco a su comida
-¡Ey! Conste que y también ayudé... -dijo Tomás, mientras me miraba- Y mi prima hizo el puré.
Todos, exceptuando a Natalia y a Tomás me miraron sorprendidos.
-¿Qué? ¿Qué me miran? -pregunte mientras encogía mis hombros.
-¿Vos hiciste el puré, en serio? ¡Dale, no me jodas! -grito Florencia.
-No grites -contesté-. Tampoco soy un desastre total, el puré es algo común, cualquiera lo hace.

-Sí, pero vos no sos cualquiera -agrego Luz-. Vos sos ''El Desastre en La Cocina'', o peor diría yo -todos rieron menos Mayra, mi primo Tomás, y obviamente yo.
-Gracias por rebajarme y hacerme sentir mal -me levanté y me fui.
-¡Mavi! -grito Mayra; no me interesó.
-¡Vicky! -mi audición noto la voz de Tomás.
-¡Luz, ¿cómo le vas a decir eso?! Mavi se ofende y es extremadamente sensible... -llegue a escuchar que dijo Mayra, antes de subir las escaleras.

Me dirigí directo a mi habitación y saqué mi cámara fotográfica instantánea de adentro del gran baúl que se ubicaba a los pies de mi cama. No tenía ganas de ir a buscar el equipo de fotografía que estaba en el arcón, al finalizar el modular que se ubicaba en el comedor de la casa.
Tomé fotografías del Sol, del mar, del ventanal de mi cuarto, del balcón de piedra y madera, de la concha de mar y los demás moluscos que había recogido en la arena que estaban esparcidos por mi repisa. También le tomé fotografías a las pocas personas que caminaban en la orilla del mar o a esas pocas personas que utilizaban al Sol como una fuente intensa de calor, tan poderosa, que tostaba su piel.
Con mi segundo ojo (además del diestro verdadero), pude intensificar la mirada. Sin darme cuenta comencé a tomarle fotografías a mi querido vecino, lo hacía inconscientemente. Mientras más fotografías le tomaba, más fotografías caían al suelo de mi balcón. Baje la lente y lo presencié como si nunca en mi vida hubiera visto a alguien más hermoso; lo contemplé de una manera en la que nunca pude apreciar cualquier otra belleza. Se me hacía claro y extraño, pero, yo sabía que algo me ocurría o que algo me había ocurrido cuando por primera vez sus glaucos ojos se toparon con los míos. No estaba equivocada, pero pensaba que entre el día de ayer y hoy hubo algo en él que me atraía de manera brutal. Nunca me había sucedido pero, ¿no es que existe el amor a primera vista? ¿O acaso es solo algo pasajero? Esperaba más que nunca darle erróneamente a mis cuestiones, pero por mucho que yo quisiera estaba claro: me gustaba Harry. O al menos eso creía.

Él estaba ahí, lo sentía como distante, caminando por la ardiente arena. Quería gritar para llamar su atención, y con mucha alegría y énfasis lo saludarlo, quizás por segunda vez en el día. Hasta que para mí descontento aquella muchacha apareció y lo tomó fuertemente del brazo, y notaba que con él hablaba, porque sus comisuras iban de arriba a abajo y de costado a costado. Como no soy una persona discreta, el Sol hizo un reflejo en la lente de mi cámara que luego se reflejó justo en los ojos de Harry, este perturbado por el brillo giró y me vio allí parada, con mi cuerpo encima del balcón, mi cabeza apoyada con todo su peso en mi mano derecha y mis ojos al frente, decididos a observarlo; al percibir mi mirada sonrió y yo, sin evitarlo, hice lo mismo.
Segundos después, alguien llamó a mi puerta.