viernes, 26 de agosto de 2011

The Dreamers: Capítulo tres, Abracadabra.

Capítulo tres: Abracadabra.




-Tenes razón, perdón -suspiró- ¿Están bien? -se acercó a mí y me tomó de la mano, yo la desprecie, pero no fue un desprecio asqueroso o vulgar, sino que lo hice con el más tranquilo y suave modal del planeta.
-Me raspe la rodilla izquierda, y sale sangre -dije un poco impactada.
La manera en que salía la sangre no era muy normal para mí, ya que nunca en mi vida vi tanta sangre salir de mi cuerpo.
-A ver...-Mayra se acercó y sus ojos se desorbitaron- ¡Pero la pu...! ¡Mira lo que te está saliendo de sangre hija de tu madre! -miro al muchacho- ¿Esa es tu casa?
-Si -me miro a mí- ¿Pasamos a ver si tengo algo para ponerte ahí?
-Está bien.
La verdad que no me dolía mucho, para nada, simplemente sentía ardor.
Al entrar a la casa él muchacho nos ofreció sentarnos en el mullido sillón que se ubicaba enfrente de una gran chimenea que estaba apagada. El living era vasto, la casa en si era grande; tenía una escalera que lo conectaba al segundo piso. Me imagino que allí estarían las demás habitaciones, exceptuando el comedor y la cocina, estas habitaciones se encontraban en planta baja. Desde afuera no parecía esa calurosa inmensidad. Era acogedora: las paredes pintadas de un color beige, muebles de madera en cada pared, cuadros muy elegantes, una taza de té arriba de la mesa, el techo de madera y ventanas pequeñas a lo vertical en la pared frontal; era una bonita casa costera. Era tan llamativa que nunca me di cuenta de que el muchacho estaba arrodillado en el suelo y frente a mi masajeando el hielo en mi pierna, mientras que Mayra colocaba alcohol en un algodón apunto de apoyarlo sobre mi herida.
-Auch -me queje.
-Que dolor, ¿no? -burló Mayra.
-Sí, no sabes... -revoleé los ojos.
-¿Están peleadas? -tomo aire- Perdón que me meta, pero soy muy curioso.
-Sí, algo parecido. Es que somos tan loquitas que siempre que nos peleamos nos volvemos a amigar -contestó Mayra con la mejor de sus sonrisas.
-¿Son hermanas?
-Podríamos serlo pero no lo somos -hiso pausa- Somos amigas, muy unidas.
-Pensé que eran hermanas, actúan como tales. ¿Cómo te llamas?
-Mayra Cortés, ¿y vos?
-Harry -pausó-. Harry Styles -tomo de la mano de Mayra el algodón y lo colocó en mi rodilla, yo solté un gemido de ardor- ¿Te lastimé?
-No, no, para nada... Es el alcohol -baje la vista para observarlo y él me contemplaba de una forma extraña pero muy profunda a la vez. Sentía como si me estuviese clavando miles de alfileres- Por cierto, Harry, tu nombre es muy original.
-Gracias -miro mi herida mientras que colocaba una gasa y la sostenía firme con una cinta- ¿Y el tuyo? ¿Cómo es?
-Victoria Cardillo -toqué mi rodilla, estaba perfecta- ¡Muchas gracias, Harry!
-No es nada... Vicky -todos quedamos en silencio.
Silencio el cual fue interrumpido por la voz somnolienta de una mujer que bajaba las escaleras a un paso perezoso, causando mucho alboroto entre las maderas de los escalones de la escalera.
-¿Quién es, Harry? -preguntó frotándose los ojos.
-Unas vecinas -se paró y se acercó a ella -Anda. Volvé a la cama que yo voy en un rato -ordenó.
-Está bien –formuló ella con un tanto de apatía.
Harry volvió a nuestro lado. Yo estaba parada junto a la puerta, la llegada de aquella mujer de alguna forma u otra me hiso sentir una intrusa.
-¿Ya se quieren ir? No tengo problema, claro... -su voz ya no sonaba tan dulce como antes.
-¿Pasa algo malo? -pregunté enseguida.
-No empieces son tus instintos de bruja... -resopló Mayra cruzando sus piernas, una encima de la otra.
-¿Cómo instintos de bruja? -preguntó él, algo desorientado.
-Sí. Sueño cosas que van a pasar pero no son siempre exactas, o cuando estoy con una persona que recientemente conocí estudio su rostro, la forma en que se expresa con la mirada u obviamente con sus rasgos faciales y el lenguaje corporal, y me doy cuenta rápidamente de las cosas, como son o hasta que les pasa... ¿Te parece raro? Para mí no, creo que es normal.
-¿Y vos que crees que me pasa a mí? Mejor dicho, ¿qué crees vos que me pasa a mí con Delfina? -se acercó a mi muy fisgón y se sentó en uno de aquellos sillones individuales- Noté como nos miraste -yo me quedé estática.
-No te lo quiero decir, no estamos en total confianza y por ahí no acierto y te enojas conmigo, no sé... -me acerque más a la puerta, fui muy discreta.
-Dale, no pasa nada -me sonrío para hacerme saber que todo estaba bien.
-Bueno -tomé aire- Vi tu forma de decirle que se valla y como la miraste a ella... Y... ¿Viste cuando nos chocamos? Lo primero que me llamo la atención fue la tristeza en tus ojos. Yo pienso que ya no se aman o que todavía vos la seguís queriendo pero ella te trata mal o... -me di cuenta que la sonrisa que había dibujado antes en su rostro se estaba borrando, mientras su mirada apartada me hizo detener- ¿Estás bien? -él no respondió- ¡¿Ves?! ¡Ya hice lío! No tenía que a ver hablado, que tonta que soy -me acerqué a Harry como pude me arrodille- Perdoname, no quería hacerte sentir mal, en serio... Ahora me siento como la peor cosa del mundo -mire a Mayra pero la tenía parada al lado mío con su mano izquierda apoyada en el hombro derecho de él.
-Sos increíble la verdad... Sos una bruja, en serio -sonrió y yo me sentí muy aliviada.
-Pero, ¿no te enojaste o algo por el estilo? Es que no sonreías, no tenías expresión alguna en tu cara y lo primero que se me cruzo por la mete fue <<Me va a mandar a comprar escarabajos dorados a la China...>>.
-No, nunca lo haría... -miro su reloj- Ya es tarde y le dije a Delfi que iba a subir con ella...
-Es cierto, y nosotras dejamos solos a los chicos. Anda a saber que quilombo están haciendo -dijo Mayra.
-No se dice ''quilombo'' Mayra, es de mala educación
-Bueno, che, perdón... No lo hice a propósito -mordió su labio inferior y dio la media vuelta.

¿Tanto se enojaba cuando la corregía?







domingo, 21 de agosto de 2011

The Dreamers: Capítulo dos, Un choque inesperado.

Capítulo dos: Un choque inesperado.


Eran las doce y un minuto de la noche, estábamos todos completamente aburridos. Lo único bueno que se me ocurrió en el momento fue salir de la casa y sentarme a los pies de la pequeña escalera a meditar sobre el día o a pensar en varias cosas cotidianas de la vida. Mayra me siguió después de dos minutos con un cigarro en la boca. Me dijo que Natalia se sentía mal y que se había ido a acostar, Florencia se estaba duchando, Luz lavaba los platos y Tomás jugaba al Sudoku en el living mientras que Mariano hacía torres con las cartas del póker. La casa estaba en completo silencio.
Volteé la cabeza para mirar otro horizonte. A lo lejos pude ver una casa, todas sus luces estaban  encendidas. Forcé mi vista y pude fijar a un joven internándose en las olas. Mayra vio mi distracción y comento:

-¿No te parece que vallamos? Estoy muy aburrida; quiero hablar con alguien más, conocer a alguien más. ¿Qué decís vos? 
-A mí me da lo mismo... -pause y tomé aire- Además caminar diez metros no me van a matar -me levante, estire mi mano para que Mayra se pudiera levantar, está la tomo y cuando se levantó limpio su pantalón lleno de arena.
A medida que íbamos caminando, el cigarrillo puro de Mayra se iba consumiendo. Al darse cuenta de que ya no había más que aspirar, lo arrojó a la arena y lo enterró en la misma con su pie. Seguíamos caminando.

Estábamos a dos metros de la pequeña morada de aquel extraño, nos miramos decididas y avanzamos. Pasamos cerca de él, atenuamos el paso pero no pretendíamos parar, sino que él nos viera pasar. Cuando giró a observarnos lo único que pude notar de él fue que, tenía el cabello de un color chocolate claro, achinado y largo hasta casi sus hombros, por lo que los llevaba sujetados en media cola de caballo, llevaba puesto una camisa celeste pastel y un pantalón blanco largo con un dobladillo hasta sus pantorrillas. No pude ver bien su rostro, pero si sentí una fuerte mirada de él hacía mí.
-¿Lo viste? -preguntó Mayra disimulando hablar.
-No.
-¿Cómo qué no nena? ¡Pero si lo tenías al lado! -exclamó.
-¡Ya se! Pero no veo un pomo, es de noche y la luz de la luna no le pegaba en la cara... ¿O qué? ¿Queres qué ahora gire la luna para ver si le podemos ver la cara? ¡Dejáte de joder!
-La verdad que no -contestó desafiándome.
-Bueno, bueno, ¿eh? Conmigo te calmas -me había enfurecido.
-¿No te diste cuenta de que estoy tranquila? –hizo énfasis en cada palabra.
-Te felicito -pegué la vuelta enfurecida.

Mis cortas piernas iban a un paso muy acelerado. No me importaba nada, tanto así que sentí que mi cuerpo era una pluma en el aire que de repente había hecho un choque contra algo. Para cuando me quise dar cuenta me había caído. Me avergoncé, porque había caído encima de aquel muchacho.
-¡Ay perdón! -la luna y mis ojos dejaron que contemplara su rostro. Me miraba con un poco de tristeza, pero hubo algo que sentí que brillaba; era su sonrisa. Una preciosa y sagaz sonrisa se asomaba ante mis pupilas.
-No te preocupes, no fue nada -bajo la mirada y acomodo su cabeza, de manera que pudiese observar mi rostro- Linda sonrisa.
-Gracias -me aparté del él como pude y me levante. Él hizo lo mismo.
Unas risas demasiado enfermizas hicieron que girara bruscamente: la muy maldita de Mayra reía desenfrenadamente, como si nunca hubiese visto a dos personas chocarse, o como si nunca le hubiese sucedido a ella.
-¡Mayra, para un poco! -grité- ¿Por qué en vez de reírte no preguntas si estamos bien? -me agache y comencé a limpiar la arena que se había pegado a mis piernas.


The Dreamers: Capítulo uno, Cariló.

The Dreamers.


Autora: María V. Cardillo
Dedicatoria: A Michael Joseph Jackson y a todos mis sueños y deseos en esta vida.


Capítulo uno: Cariló.

-¡Dale nena, apurate! ¡No vas a ir a un concurso de belleza, vamos a estar ocho horas pegados al asiento hasta llegar a la costa! ¡Así que no te maquilles tanto! – gritaba la joven de cabello marrón ondulado y largo hasta su cintura.
-Dejala, ya nos voy a vengar –comento el muchacho de ojos celeste sentado detrás de aquella muchacha.
-¡Bien, Tomi! –festejo el flaco alto y poco afamado, Mariano.
Florencia por fin se decidió a salir. Estaba furiosa pero a la vez deslumbraba; sus ojos bien remarcados con una capa exagerada de delineador negro, unas pestañas largas y sus labios rosados. La camioneta se puso en marcha; los jóvenes estaban excitados y entusiasmados por realizar esa gran aventura que disfrutaría y compartirían juntos en una de las más bellas playas de Buenos Aires. Algunos quizás, encontraron lo que llamamos ‘’el verdadero amor’’, otros buscaron aventuras, pero uno en especial quería saber quién es el ‘’supuesto sujeto’’ que gobernaba su cabeza por más de quince años. Pero, no todo ser humano está capacitado para cuestionarse ese tipo de cosas en el sondeo de su vida, el tiempo lo diría. Cada uno tenía tatuado en su sangre el futuro que se podían forman, entre ellos o sin ellos.
-Mayra, necesito que estés despabilada en el viaje para procurar que no me duerma –hizo un paréntesis- ¿Sabes qué? ¿Por qué no nos hacemos unos mates? Obvio que sebas vos –propuso la joven al volante con una dulce sonrisa.
-Dale Vic, espera que le… -se estiro hacia atrás para poder acomodar su columna vertebral- … que le… pido a Tomás el termo con la yerba y todo eso, ¿dale? -se estiró hacia atrás y Tomás le cedió el termo con e mate.
-Sí.
-Listo, ¿arrancamos nuestro sueño?
-¿Qué te parece? –dijo la áurea sin dejar de mirar al frente con una sonrisa en su faz.


                                                   * * *


Estaba muy excitada por pisar el mar y sentirme parte de él, libre, observando todo punto que mis ojos alcanzaran. Mientras los chicos, Mariano y Tomás, bajaban los bolsos y las chicas se instalaban, yo pegué una vuelta a la redonda a la casona. Me dijeron que nos pertenecían una milla y media de mar solo para nosotros, del perímetro teníamos 10 kilómetros del lado izquierdo de la casa, y del lado derecho unos 20 kilómetros, obviamente nosotros podíamos hacer lo que queríamos solo en esos 30 kilómetros. Caminaba del lado Oeste de la casa, y tirados o enterrados en la arena encontraba pequeños caracoles de diversos colores. Observaba atenta, y al ver que había muchos de ellos regrese a la casa corriendo para tomar un balde e ir juntándolos a medida que yo iba avanzando.
Al llegar a la casa me tropecé con Tomás, quien me miró con una sonrisa y sus bellos ojos cósmicos me miraron con profundo cariño. Ambos nos reímos por el choque; él siguió bajando los bolsos y yo me encamine al segundo piso de la casa en busca de un balde, pero más que nada en busca de Mayra, ella sabía en donde estaban las cosas de limpieza más que nadie.
-¡May! ¡Mayra! –gritaba mientras subía las escaleras.
-¿Qué pasa mi amor? –preguntó desconcertada saliendo de su cuarto, al parecer.
-¿De casualidad no sabes en donde hay un balde?
-Fijate en… En el coso ese que está al lado de la heladera –suspiro- ¿Viste que hay como un armario chiquito? Bueno, ahí adentro metí todo eso –sonrió- ¿Para qué lo queres?
-Ah, estoy juntando los caracoles que veo en la ''playe'' –la lengua se me había trabado, y cuando eso pasaba me ponía histérica- ¡Dios! - vociferé rechinando los dientes a medida que baja las escaleras.
Mayra reía por mi acto.
Bajé las escaleras a galope, sosteniéndome de la baranda de madera correctamente barnizada. Esta tenía un color oscuro, viejo y sucio, a mí me gustaba.
Mi vestido blanco floreado de margaritas en tonos de grises volaba gracias a la brisa que se había avecinado por la puerta principal, mientras que mi cabello seguía intacto detrás de mis orejas. Di un medio giro y quede de espaldas a la puerta de aquel armario pequeño, volteé nuevamente y lo abrí con mucha precisión. Visualice dentro de él un Ace, dos paquetes de papel higiénico El Coloso y cosas higiénicas para nosotros, nuestra ropa y herramientas para reparar algún buro roto, en algún momento indeseado. Al fin encontré el bendito balde, estaba debajo de todo, lo agarré y salí nuevamente. Justo cuando yo salía, entraba Mariano con su cara de nada sosteniendo mi bolso. Le sonreí, pero él no vio mi sonrisa, solo mi cara de todos los días.

Caminaba lo más tranquila posible, el mar me llamaba con sus olas y yo sin duda no pude evitarlo. Miré el horizonte; esa línea en donde la Tierra se encuentra con el Cielo. Me pareció adorable ver a lo lejos, por allá más al Este, un velero navegando cerca de las picudas rocas. La verdad que estaba asustada, ¿y si se estrellaba con las rocas? No, me daba miedo, por lo que miré al frente frescamente, luego al suelo, y me propuse a tomar cada caracol de la limpia y lucida arena.
Dos horas me llevo recogerlos a todos, me cansé y volví a la casa. Cuando entre Tomás estaba dormido en el sillón, Mayra estaba en la cocina preparando mate, Natalia Limpiaba la mesa y Luz trataba de limpiar por detrás de la heladera. Me sorprendió que no estuvieran ni Florencia ni Mariano molestando a Mayra para que les sebara un mate a uno de ellos dos primero. Por lo que pregunté:
-Nati, ¿en dónde están Mariano y Flor?
-Creo que se fueron al centro, yo no tengo ganas de cocinar esta noche, Mayra y Luz menos y Tomás ni te digo… Y vos no sabes, no te gusta y si lo llegaras a hacer no te lo permitiría porque te quedaste ocho horas despierta sin chistar –me sonrió y se apresuró para abrazarme.
Su abrazo fue sorpresivo, no lo esperaba, mucho menos alguien como yo, arisco.
-No es para tanto deforme, mientras no me hinchen las que no tengo con hacer un budín ahora todo bien –comente a propósito, sabiendo que a Mayra le encantan mis budines.
-Ah, ¿no me vas a hacer un budín? Así quedamos vos y yo, ¿eh? –dijo Mayra haciéndose la ofendida, subió las escaleras y yo corrí detrás de ella, subí un par de escalones y la abrace por la cintura.
-Era un chiste cara culica –le di un beso en el cachete.
-¿Viste tu pieza? Vista al mar tal y como dijimos, obvio que con balcón –me agarró del brazo y me dirigió hasta dicho lugar.
Era grande, espaciosa y muy peculiar. La adoraba. Las paredes eran blancas, el piso de madera y el techo igual. Tenía un ventanal enorme de vidrio transparente, estaba un poco sucio. Era de esperarlo, estábamos solo a unos metros del mar. La cama era de una plaza, estaba ubicada a la izquierda, en un rincón. Había muchos muebles de pino sin pintar.