jueves, 27 de octubre de 2011

The Dreamers: Capítulo catorce, Debe ser amor.

Capítulo catorce: Debe ser amor.


Era maravilloso oír el ruido que el motor de mi camioneta hacía cuando yo la provocaba al acelerar en un mismo lugar. Me proyectaba hermosas imágenes de cuando yo era simplemente una niña encerrada entre el aroma de la nafta, a la goma vieja de las ruedas, y en muy pocas ocasiones el olor a las nubes salientes de los mismísimos autos, y el aceite de motor también. O las furgonetas, el ruido de las herramientas al caer y el perpetuamente sudor y cansancio de mi padre al arreglar alguna tuerca o ruleman zafado y avistar el taller entero antes de cerrar.
No era una total fantasía de cuentos de hadas de una niña de mi edad para entonces, no obstante, estaba feliz.
-¡Vicky! -gritó Tomás fuera del auto, justo detrás de él.
Acomodé mi brazo izquierdo en la ventanilla del conductor y volteé mi cabeza en unos 45 grados hasta divisar la masculina pero pequeña figura de mi primo.
-¿Qué?
-¿No te diste cuenta de que estaba atrás del auto cuando aceleraste? ¿Y qué me llenaste de arena y de ese olor mata pulmones? -preguntó sin dejar siquiera un resquicio para su infaltable respiro.
-No. La verdad que no, perdón -contesté.
Me incorporé de la ventanilla y tome el manubrio entre mis manos. Me gustaba hacerlo, aunque el auto este o no andando. Me hacía sentir que estaba en otro mundo o que volaba, porque cuando estaba arriba de algún automóvil no sentía que era yo, sino mi padre. Es raro, era raro, pero siempre sentí ser él al estar frente de la adrenalina pura para llevarme a lo recóndito de lo peligroso. Podía ser extremo y no subjetivo, solo me gustaba; lo amaba, o mejor dicho, lo amo. Es algo inherente a mi o a mi forma de ser.
Tomás entró, sin mirarme, y se sentó en la butaca del copiloto.
-Me gustaría que paseáramos -dijo.
-¿Y si vamos a almorzar, solo nosotros dos? ¿Qué te parece a Pinamar? -cuestioné, mientras colocaba mis manos en mi regazo esperando su respuesta.
-¡Me parece perfecto!, sería una salida de ''familia'' -señalo con comillas.
-¿Cómo de, ''familia''? -lo imité.
-Claro. Somos dos, no estamos todos juntos...
-Tenés razón -pause- De todas formas para mí, aunque solo seamos vos y yo -apunte con mi dedo índice a su pecho- somos una familia.
-Te quiero -exclamó.
-Y yo a vos - me acerque a él para cortar la poca distancia y lo abracé.


Se sentía lindo abrazar a alguien a quien verdaderamente uno quiere con toda la fuerza del cuerpo y el alma. Debe ser amor lo que a uno lo fortalece.

Para mí el amor siempre fue a mis hermanos y primos, nunca me incliné hacía el dichoso y adorable lado de llamarlo ''enamoramiento'', en mi vida nunca pude sentir eso porque nunca se presentó aquella persona para satisfacer ese sentimiento oculto que llevo en lo más profundo de mi ente, y es triste de decirlo de esta manera aunque así sea.
Al entrar por la puerta del frente no pude atisbar a ninguno de mis amigos. Seguí las grietas de entre las maderas del suelo hasta llegar a la larga escalera. Subí por ella y me encaminé a mi habitación, justo junto a la de Mayra; justo junto al mar.
Cambié mis harapos. Luego me dirigí a mi escritorio, tomé papel y una birome y empecé a escribir una nota para los presentes en esa casona.

''May, Nati, Luz, Flor y Marian:
Les quería decir que con Tomi nos fuimos a almorzar a Pinamar. No voy a decir lo de: ''cualquier cosa que necesiten me avisan'' porque, como dije, no vamos a estar, y por esa razón acá les deje algo de dinero, por si acaso.
No hagan lio.
Victoria y Tomás.''

La deje descansar en el diván del comedor y en cuento pude me retiré de allí.
Estando en el patio trasero pude ver a Tomás dentro de la camioneta mirando un punto fijo. Acercándome lentamente a él, tome un cigarrillo del bolsillo delantero de mi pantalón y lo encendí con un fósforo que había sacado de la pequeña caja. Hacía mucho tiempo que no fumaba, exactamente cinco años. A decir verdad a los quince años yo comencé a fumar, mi madre sabía que yo quería y ella nunca me privó de hacerlo, aunque a medida que iba fumando un cigarrillo pensaba en mi salud, por lo que lo dejé y después de aproximadamente ocho o nueve años volví a ese maldito hábito, me volvió a suceder lo mismo y nuevamente lo dejé.
No sabía que me había pasado pero tenía ansias de fumar; estaba feliz, nerviosa, contenta y alegre.
Mis buenas emociones se debían a Tomás, y la que quizás o tal vez, podía colocarme en una situación incómoda se debía a Harry y todas mis dudas, por más que eso parezca un caso cerrado. Lo quería mucho (básicamente) pero, probablemente, sin yo poder saberlo, en algún instante del tramo que iba a llevar en esta playa me dijera lo contrario, que no me apoyara y me terminara enamorando.
-No seas mala con tu propia vida y haceme el favor de apagar ese... pitillo -ordenó con un dulce tono.
-Está bien -pite una vez más y lo aplaste contra el pequeño y plastificado cenicero que venía incluido en el torpedo de mi camioneta.
-Eso me gusta más -pauso, pero me dio indicios de que algo más quería agregar-. Quiero que hablemos, pero antes hace arrancar la camioneta.
-Me parece perfecto.
Recliné mi cuerpo hacia atrás, mirando por esa reducida ventana trasera sucia, estando así yo podía dar marcha atrás y salir de entre las palmeras y el escaso pastizal.

Mientras conducía, Tomás, quien tomaba mate sin estancarse sin duda alguna, me hablaba de Harry.
Me impresioné al notar que él lo conocía tan bien, tan a fondo, se podría decir que se hicieron muy buenos amigos en la parrillada de la noche anterior. Y yo solo sabía escucharlo sin sonreír, tan circunspecta mirando al frente pero tan llena de alegría por dentro. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario