sábado, 29 de octubre de 2011

The Dreamers: Capítulo dieciséis, Modestia, luego pesadumbre.

Capítulo dieciséis: Modestia, luego pesadumbre.


Sonrojada. Sí, mi cara estaba sonrojada, era patético. Me cerqué más a Tomás, tomando con mis manos su mano derecha. Mientras él sonreía le echaba una ojeada a mi actitud de párvulo. ¿Acaso no pensaba en lo simple que se veía eso?, era mi primo, y él siempre me dijo: ''Por más que hagas algo estúpido yo no te voy a dar las espalda, sos mi prima y te amo y te apoyo''. Tomás no era alguien como para que un ser humano llamara <<ídolo>>, pero eran sabias palabras esas para mí, porque yo sabía, que al estar confeccionando todo ese cuadro, él me apoyaba.
Harry se acercaba cada vez un poco más, y lo sabía, pero no lo observaba en lo absoluto, presentía a su figura caminar a un paso apaciguado hacia nosotros, mientras de su mano izquierda colgaba Delfina.
Maldecí en silencio; si lo hacía en voz alta podía llegar a ocurrir algún inconveniente como el de que Tomás me escuchara, y no quería eso. Callé mi mente por unos segundos, volví mi vista al lienzo y atiné mi vista con un hermoso color rojo en los cabellos de las niñas.
Se acercaba, y lo seguía haciendo. Podía sentir su pie izquierdo moverse, luego el derecho, luego el izquierdo, y nuevamente el derecho, y así lo hizo once veces más hasta que, se posó justo delante de mí.
-Hola, chicos -dijo con reverencia Tomás; yo levanté la vista temerosa.
-Hola... Harry -dije.
-Hola Delfina -saludó Tomás- ¡Hazza! -me soltó para darle un saludo de mano, y yo quedé ahí parada con el poco empuje del viento.
-Hola Delfina -esbocé con un oreo desdichado.
-Hola nena -manifestó ella.
Fue todo un sufrimiento, quería cortar esa parte y pasar al momento en que nos debíamos ir a casa, pero, ¿para qué hacerlo, si de todas maneras lo tenía que seguir viendo durante dos meses?, y quizás un poco más, si era que Mayra no entraba como profesora en febrero.
-¿Qué hacían por acá? -preguntó Harry, luego miró a su al rededor- Bueno, para que preguntar si el día es perfecto, ¿no?
-Sí. Además mi prima y yo necesitábamos... un escape.
-¿A qué te referís con un escape?
-¡Dejálos! -articuló Delfina.
Harry rió ligeramente.
-¿Por qué?, vos sabes lo curioso que soy, por ende, quiero saber que traman nuestros vecinos.
Tomás me miro, vio en mis ojos que estaba incómoda, por lo que dijo:
-Teníamos planeado decirle al hombre -señalándolo- que nos haga una caricatura, pero Vicky se siente mal, por lo que tenemos que volver a la casa -lo miró con cara de desencanto y luego agrego- ¿Ustedes no estaban en Pinamar?
-¡Ah, sí! -dijo ella- Quería seguir paseando y le sugerí Valeria del Mar, ¿ustedes vinieron a cenar?
-Si, a almorzar -contesté de manera a corregir su error de tiempo.
-Ah, sí, almorzar, que tonta -río, yo sonreí.
Me aferré a Tomás para dar el efecto a que me sentía verdaderamente mal, contorsionando mis facciones neutralizadas a un semblante lamentable.
-Uh, verdaderamente te sentís mal Vicky -dijo Harry con su aspecto preocupado-. Bueno, los dejamos que se vayan así Victoria se va a recostar -se acercó a mí y mi primo me soltó-. Que te mejores -me abrazó, para luego depositar un beso en mi pómulo siniestro.

Íbamos caminando con moderación, dirigiendo nuestros pies al auto. En ese instante me dieron ganas de volver a revivir el momento pasado, tenía ganas de que mi mejilla vuelva a ser besada por sus rosas labios finos, de grana. Pero no, si yo no me hubiese comportado de esa forma no estaría en este segundo mortificándome por mi mala pauta. ¿Por qué mi primer y <<ocurrente>> reflejo fue reaccionar con aquellos modales?, ni yo lo podía creer. La última vez que había reaccionado así fue a los quince años, cuando el hijo de un cliente de mi padre no dejaba de clavarme la mirada, pero el chico no me gustaba, no va al caso, aunque mi reacción tiene que ver con este momento: me escondía detrás de la puerta. Allá, Harry fue el chico (pero con otras intenciones) y Tomás fue la puerta, y su espalda mi seguro rincón.
-Matame -le dije.
-No, ¿por qué?
-Porque soy una boba -hice un paréntesis-. Matame.
-Te dije que no, ''boba'' -pateó una piedra.
-Entonces le voy a decir a Mayra, ella si me va a matar...
-Como quieras.

Me adelanté unos cuantos pasos y llegué a la camioneta. Me monté en ella una vez mi primo estando cerca de mí. Le dije que lo quería, y él me respondió con lo mismo. Le dije que me perdonara, y él se subió a la camioneta ejerciendo un silenció de paz, pretendiendo que yo era invisible y mi palabra no era válida.
Miré por el espejo retrovisor y lo único que podía ver era esa ciudad alejándose de mí, ¿o yo me alejaba de ella? Sí, me alejaba de ella y... de Harry.
Entre aquel paréntesis, habían pasado largas horas.
-No sigas tan callada, aunque sea retame por no... Haber puesto la ropa sucia en la montaña de ropa sucia del lavadero.
Lo miré con un aire de desconsideración, la verdad que lo que me decía no me tenía preocupada, es más, no me importaba. Yo no era la <<loca>> de la limpieza en la casa, sino Mayra. A ella le debía decir eso, por más que solo lo había dicho para que yo hablara, pero con lo avergonzada que me sentía a causa de mi acto previo, la verdad que no me apetecía hablar.
Dediqué el poco tiempo que nos faltaba para llegar a percibir el cielo raso que se acomodaba sobre el techo de mi furgoneta. Las pinceladas rojas, amarillas y doradas eran un encanto, también se podían ver manchas plateadas acompañando al sol en su descanso más profundo.
De repente la radio se prendió, renegué del susto. Acerqué mi brazo a ella y la apagué. La radio andaba mal desde el día en que partimos de la Capital, pero con mi poca soberbia decidí hacerlo yo misma en vez de un mecánico, hasta que me di cuenta que tenía poca fuera de voluntad para hacer ese trabajo.

Por fin habíamos llegado. Estaba agotada de tanto pensar y estar preocupada en lo que podía llegar a suceder al día siguiente cuando despertara y me encontrara con Harry en la puerta de mi morada.
Fui escaleras arriba y atrás mío me seguía Mayra; o se encaminaba a su cuarto o deseaba saber que hicimos Tomás y yo, y si había disfrutado del paseo. Realmente sí, al paseo lo tomé con mucho regocijo, no obstante, hasta que llegara Harry con Delfina. No quería pensar en eso, por lo que miré a Mayra con una ojeada de complicidad. Ella entró a mi cuarto y a pequeñas palabras le fui contando de mi aventura.
-Lo arruiné, May.
-No digas así, gorda. Te hace mal a vos que sos una persona extremadamente sensible, o sea, ¿no podés pensar en otra cosa?
-¡Qué fácil es decirlo ahora!, ¿por qué no lo pensé en ese momento? –dije sarcástica. Me tire de lleno en la cama y hundí mi cabeza en la almohada- ¡Mierda! -grité, pero mi grito fue en vano, ya que, la almohada al obstruir mi voz hacía a esta que se escuchara en un tono demasiado ligero.
-¿Perdón? -interrogó Mayra con sosiego.
Saqué mi cara de la amolda y contesté.
-Dije: ''¡Mierda!'' -y volví a zambullir mi cara dentro de la almohada albina.

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