sábado, 29 de octubre de 2011

The Dreamers; Capítulo quince, Las dos Ostras.

Capítulo quince: Las dos Ostras.


- ¡No! ¡No! - Le dije gritando una negación a Tomás.
-¡No grites!
-No gritaba - Me incorporé en el asiento del auto, enfurecida. Afuera retumbaban los bocinazos congestionados de las bocinas sin tono de voz, luego de ser usadas por más de quince años.
-¿Entonces? - Continuó.
-Ella se proporciona un mundo feliz en donde todo tiene que ser en base a la gracia de Dios. Al todo poderoso. La detesto. No puedo ser feliz con estas cosas, siempre tiene algo para decir - Camine lentamente al lado de mi primo, mientras el enroscaba su brazo con el mío.
-Tenes razón. Bah, o al menos eso es lo que me imagino. Luz a mí nunca me dijo nada de eso, o me tiro abajo con algún comentario, es más, ella me ha dado consejos que dejaron que pensar...
-Eso es lo que me gusta de Luz pero, cuando se pone como una estúpida es irritante, y me agobia.
-¿Qué fue exactamente lo que te dijo? - Al pasar, una muchacha rubia de ojos avellanas y piernas largas, se cruzó por enfrente de Tomás y este la miro de pies a cabeza. Ella le sostuvo la mirada hasta que ambos desaparecieron en el camino del otro.
-Después de contarles a ustedes que me gustaba Harry, ella fue hasta mi habitación y me dijo que yo a él no le intereso. Cuestión, me desilusionó, ya que vos sabrás que lo hago con facilidad. Y fue tan feo lo que me dijo después que ya no quiero intentar nada con Harry, o acercame a él Harry, o acerca de algo que se trate de él.
-¡¿Qué te dijo?! - Dijo impaciente.
- ¡No grites! - Tomé aire- Me dijo que la verdad dolía.
-¿Eso te dijo? - Pausó- Nunca en mi vida, te lo voy a decir en serio, esperaría ese tipo de reacción de Luz en cuanto a la felicidad del prójimo, porque, si tanto ama a Dios y es devota de él y hace todo para complacerlo y no cometer pecados, decirte lo que te dijo estuvo terrible. ¿Cómo puede un ser humano decirle semejante cosa, horrible además, a una persona insegura, hablando amorosamente?
-Es cierto lo que me decís Tomás... ¿Cómo pudo? - Me separé de él.
-No me sueltes - Exclamó.
-Me transpira el brazo - Le dije.
-Está bien…
-Uh, mira eso… - Especulé.
-¿Qué? ¿Qué pasa? – Preguntó totalmente desconcertado.
-Ahí hay un tenedor libre y al lado un puestito de Caricaturistas, pero traje plata para el almuerzo, es una pena, tenía tantas ganas de que nos hagan una caricatura… - Reí risueña.
-Y después de unos años verla y morirnos de la risa, ¡que picardía que no trajiste tanto dinero! – Exclamó. 

Presentí un aire bulón en su hablar.
-¿Qué me estás queriendo decir?
-¡Somos dos! Vos y yo. ¡Dos! – Repitió- ¿Te pensas que iba a dejar que vos sola pagues? ¡Ni loco!

Nos encaminamos al restaurante. Al entrar vi que era simple, muy sencillito, poca luz, ya que había un sol enceguecedor, abundancia de plantas en los rincones y en frente mío, a cinco mesas de distancia, podía ver una biblioteca, no era la gran cosa, era pequeña y estaba llena de libros acerca de la marina. Como todo restaurante de tipo costanera, justo arriba del umbral de la puerta como muérdago en Navidad, se hallaba un pez espada azul, sus ojos negros y brillantes, estaba petrificado y colocado en una tabla de madera como base, que pronunciaba y copiaba la forma del mismo. Nunca vi cosa más horrorosa en mi vida que un animal usado como adorno, donde fuera que sea ese lugar. Lo deje de lado y tome de la mano a Tomás. Nos dirigí a una mesa cerca de la ventana, tomamos asiento y vino un mozo, muy educado, y dijo:
-Hola, buenos días.
-Buenos días – Saludamos al unísonos.
-Díganme, ¿qué van a pedir?
-Emm… Yo quiero una Ensalada Rusa, para empezar.
-¡Ah bueno! Eso que me dijiste que no ibas a pedir mucho - Comentó Tomás.
El mozo río junto con él y yo me ruboricé de la vergüenza.
-Bueno, basta – Reí mientras le decía a mi primo.
-Que no se enoje la novia – Comentó sonriendo el garçon.
Tomás y yo nos miramos, en nuestros rostros se podía ver esas ganas de querernos reír a puras carcajadas.
-Disculpe, pero somos primos.
-Oh, perdón… Es que parecen una pareja por cómo se tratan.
-Desde chiquitos que somos tan unidos.
-Si – Finalicé.
-Bueno, y no pregunté al señor, ¿qué va a pedir?
-Lo mismo que ella, para empezar.



Treinta minutos después.


-Me llené.
-¿Y cómo no?, con todo lo que comiste es suficiente como para una elefante, ¡sos una bestia!
-Já, y vos suerte que dijiste que era para empezar la Ensalada Rusa y fue lo único que comiste.
-Y, digamos que, por ver todo lo que vos digeriste… ¡Mamita querida!, me dio asco después – Dije con estupor.
-¡Bueno, bueno, che! – Reí- ¿Queres ir yendo a que nos caricaturen?
-¡Dale!


Pagamos la cuenta, salimos y dimos la vuelta y, ¡ahí estaba! El dibujante seguía allí, alegre, con su ente en alto dibujando a dos hermosas gemelas con risos del color de un rubí, ojos como unos zafiros y los costados de sus morros repletos de pequeñas pecas. A un lado de ellas estaban sus padres, mirando orgullosos a sus divinidades más preciadas. Sus dos pequeñas Musas.
Tomás y yo nos acercamos cautelosos y avistamos la mano dibujante del hombre, ¡toda una obra de arte! Si bien era una caricatura, y eso significa exagerar los rasgos, era todo bastante parecido. Esperamos a que finalizara; Tomás se quedó haciéndole compañía y yo me aleje un par de metros, cerca de los barco costeros. La brisa estaba fresca y la verdad que necesitaba de una brisa fresca luego de a ver pasado tres días en aquel lugar con tanto calor golpeando a mi cabeza. Volteé, y al mirar bien al horizonte y detrás de todo ese gentío, divisé la figura andante de Harry. Y como era de esperar estaba con Delfina. Lo que me pareció decepcionante fue que él, el hombre de pura sinceridad, me había mentido, ¿no iba a estar en Valeria del Mar, tratando de reconciliar su relación y terminar en buenos tratos con Delfina? O, simplemente cambió de opinión quizá. ¿Y si fue causalidad?, nunca me quise hacer ilusiones falsas. Pero, ¿podría ser que el destino hubiera querido en ese momento que nos encontremos como ya pasó tantas veces?

Me escondí detrás de mi pelo al aprovechar ese viento que lo hizo flotar tan ligeramente ante mi rostro, excusa para que no me viera caminar a pasos ligeros hacia donde se encontraban mi primo y el dibujante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario