jueves, 10 de enero de 2013

Capítulo catorce.


Crece.


Dos meses: cambios en el cuerpo de Gael, hormonas que conmutan, embrión que toma forma humana; felicidad para muchos.

A pequeños pasos, el vientre de Gael, crecía. Todas las madrugadas se despertaba a causa de una terrible molestia en su garganta, cuya quemaba sus cuerdas vocales e insistían en querer salir disparadas. Las nauseas eran cotidianas, agobiantes y dolorosas. La fuerza que Gael hacía para poder desechar todo aquel ácido estomacal y ese poco de bilis, provocaban que se le notase la vena subclavia, marcando la vena yugular interna, y haciéndole sentir un gran dolor en el pecho y vena tiroidea. Lo que provocaba que se tomara rápidamente del pecho, por falta de aire y esa típica sensación de poder llegar a morir. Nunca faltaban las lágrimas, y las preocupaciones de Zayn. Este siempre esperaba detrás de la puerta a brazos cruzados y con el entrecejo afligido. Últimamente -según Gael y Harry-, él había estado muy remoto e infrecuente. Sólo uno de ellos sabía de qué se trataba, Zayn tenía algo bajo la manga. Liam estaba contento por aquello. Liam, quién dentro de unas semanas haría un viaje a hacia Paris con su amada Danielle. Hubieron varios cambios, como por ejemplo: Harry salía a tomar caros tragos por la noche y, si existía tal oportunidad, una bonita muchacha marchaba a pasos de tacón detrás de sus mocasines de señor hasta su habitación en aquella gran casona que compartía con sus camaradas, tres mujeres y un futuro bebé. Las mujeres, de las cuales la más preocupada se podía percibir, era Gael, y era muy normal por sus hormonas y su quinto sentido: el de madre metódica. Sentía que Harry corría cierto riesgo moral y emocional, sin embargo, mucho no podía hacer, ya que Harry solía comportarse como un bastardo desde aquella vez en la que esa ''dulce'' chica lo desterró por siempre a la oportunidad de poder dar un paso a su mundo de niña egocéntrica, algo que realmente destruyó las ilusiones de un nuevo futuro para Harry. Pero Harry fue ciego, no se había dado cuenta de aquello, o simplemente no quería darse cuenta de eso. Quizás, lo único que quería, era un poco de amor de alguien que no era correspondido, absolutamente para nada correspondido.
Louis y Eleanor habían estado buscando por las, aún, frías calles de Londres un sutil apartamento cerca de sus trabajos y de la Gran Casona, como ya la habían apodado entre todos. Estaban felices, casi que comían perdices. Pero sentían que algo les faltaría; Eleanor lo había descubierto un día mientras sus lágrimas caían sobre el cuchillo, producto de cortar cebollas, y eso se debía a que la ausencia física de todos esos lunáticos  dos mujeres y un futuro bebé, iba a ser muy notorio. Iría a extrañar los silbidos de Niall cuando buscaba comida en la alacena o el refrigerador, el silencio de Gael leyendo pero sus ruidos al rascarse un ojo o la nariz, la obsesión de Zayn por su cabello, el sonido de dos pies arrastrándose consecuencia de un Harry pasado de copas y bajo los brazos de la resaca, el calor que el cuerpo de Liam le enviaba en las noches heladas cuando se sentaban juntos a ver una película en la sala de estar, y por su puesto, las caricias francas y dulces de Danielle cada vez que ella no podía despertar en las mañanas para concurrir al trabajo. Iría a extrañar mucho cada pequeña cosas de cada uno de ellos; iría a ser inevitable. En cambio, Louis, estaba más ansioso, no tan melancólico. Ya era un tipo grande -viejo, según él mismo- y tenía que independizarse de una vez por todas del lazo fraternal que lo une a él con todos aquellos cuerpos alegres y danzantes, e independizarse de una vez por todas, finalmente. Gael estaba bastante triste por ello, y allí se lenoaba su sexto sentido: el de madre nostálgica.
Niall había cambiado un poco sus hábitos alimenticios y mantenía una saludable relación con Julia, quien da la casualidad de que era una chica de boca grade, lo que significa que, al igual que Niall, comen sin interrupciones. Todos aprobaron su relación. Además, Julia es una chica llana, clara, y cuando aparece en cualquier habitación, una luz se enciende con ella, eso da a entender que es muy lúcida y su porte en alto demuestra confianza, mucha confianza, de la cual espera que Niall se contagiase. Al principio, Gael se había comportado un poco extraña, los celos la invadían, y allí aparecía su séptimo sentido: el de madre posesiva. Pero se encontraba muy feliz por el hecho de que, Niall, finalmente haya encontrado a alguien tan indicado para él. Nunca le gustó que estuviese sólo, la soledad es buena en ocasiones, sirve para pensar, meditar  y disfrutar del tiempo de ocio, cuando se es joven, pero con el paso del tiempo, el individuo, inconscientemente comienza a pensar en sentar cabeza... Y claramente era eso lo que le estaba ocurriendo al gran niño Niall.

Zayn sostenía el cabello de Gael con cuidado, de esta forma ella no lo estropearía con su propia regurgitación. Gael cerraba los ojos, y cada vez que ella los cerraba, Zayn le acariciaba las sienes y con otra mano le frotaba suavemente el pecho. Se veía muy preocupado, como todo padre primerizo. Las visitas a la Clínica eran frecuentes, parecían preocupantes para sus amigos, pero siempre se enteraban de que en realidad no era nada, un simple control para cuidados del embrión y la madre. Los doctores detectaron una gran mancha negra en Gael; en sus pulmones. Esas ganas de toser jamas se le iban, a veces parecía que iba a mejorar, y lo hacía, pero luego, todo se desbordaba y muchas veces le salía flema con humor, y demasiada amargura. Eso la tenía preocupada, y estaba segura, al igual que su pediatra y doctores, que se debía a su adicción a la nicotina. En el embarazo, claramente, no la consumía. Perjudicaría la saludad del niño y no sería alguien sano en su futuro.
Las nauseas cesaron, al fin.
Gael apoyó sus codos sobre el borde de la taza del inodoro y tomó su cabeza entre sus manos. Luego, muy lentamente, se limpió los restos de sus labios con el dorso de su mano, y segundos después comenzó a toser. Se tomó del pecho y se incorporí del suelo.
- ¿Te sientes mejor? -le preguntó Zayn, al mismo tiempo que la sujetaba por los brazos.
- Sí, un poco -hubo una pausa-. Bastante.
- Me preocupa que tosas tanto. Dime, ¿cómo vas con eso? ¿Lo ha hablado con los doctores? ¿Que toas demasiado afecta al bebé? -preguntó rápidamente, una pregunta tras otra.
Gael sonreía con un brillo espontáneo en sus ojos.
- Despreocupate, cariño -le dijo.
Estuvo a punto de tocar la cara de Zayn, pero recordó que esta estaba sucia.
- Antes de tocarte me debo lavar las manos -rió.
- Tu no debes preocuparte por eso.
- Es asqueroso -apuntó, al tiempo remojaba sus manos en jabón y agua.
Zayn suspiró, y Gael vio una dócil sonrisa a través del espejo.
Al terminar Gael de asearse, decidieron bajar. Zayn planeaba ir al jardín a ayudar a Louis con la jardinería y el cuidado de las miles de plantas y flores, se estaban muriendo por el frío. Ese comenzaba a ser uno de los inviernos más gélidos de todos los tiempos en sus aún cortas existencias; tan frío que hasta hubiese podido haber roto huesos. Pero no lo había hecho, todavía.
Gael estaba en la cocina, conversando con Niall.
- Debo confesarte algo, G -comentó súbitamente en el medio de una gran creación: un sándwich de pechuga de pollo con salsa picante; se lo notaba algo preocupado, a Niall, no al sándwich.
- ¿Qué sucede, amor mío? -preguntó, ahora preocupada.
- Es difícil como para poder decirlo así como así -explicó, mientras se snetaba a un lado de ella.
- Dímelo con paciencia y lentitud, te sabré entender -dijo ella, dulcemente.
- Tu voz resuena como un eco pacífico en mis oídos -se expresó, algo distraído-. En fin -tomó una bocanada de aire junto a un poco de ese emparedado de puro sabor-. Es que -tragó-, es un poco, bastante... Ammm... ¿A qué edad perdiste la virginidad?
Gael abrió un poco los ojos y luego miró a la nada; estaba pensando.
- A los diecisiete, con Zayn -sonrió estremecida al recordarlo.
- Oh, vaya -miró el emparedado.
Gael sintió un cosulleo en su nuca, por lo que realizó:
- ¿Aún eres virgen, Niall?
Niall se atragantó con un pedazo de pechuga.
- ¿Qué? -río nerviosamente- Claro que no so..y vir...g... -no podía hablar, esa mirada que Gael le daba era como para dejar las mentiras de lado-. Sí, soy virgen -se confesó, utilizando sus manos como un santuario privado lejos de los bullicios ajenos.
- No está mal, Niall -dijo Gael, sobándose el vientre-. Dicen que no hay que saltar etapas; yo salté muchas y ahora me tendré que hacer adulta rápidamente. Cada uno lo decide, o le va de una manera diferente -paréntesis-. A mi de esta -señaló su vientre-, y a ti de esa -lo miró a los ojos, muy  profundamente.
- No me mires así, me intimidas -se zambulló lo poco que le quedaba de ese emparedado-. Por cierto, sólo tu lo sabes.

Gael y Niall se encontraban en una farmacia. Niall estaba cubierto, completamente cubierto, temía encontrarse con algún colega del trabajo en el momento de elegir un preservativo para luego utilizarlo en pleno acto del coito con Julia. ¡Qué vergüenza! Gael estaba parada detrás de la góndola dos, mirando algunos objetos que se utilizan cuando se tiene un bebé o cuando se está esperando uno. Mientas tanto, no desaprovechaba el momento para echarle una mirada a Niall, a sus inquietudes y su desasosiego por llegar a ser descubierto por alguien conocido. Las probabilidades de que aquello ocurriera eran pocas, por lo que Gael estaba tranquila acerca de eso.
La campanila del local sonó con fuerza, y Gael y Niall giraron a ver de quién se trataba. Ninguno de los dos creía lo que veían: era Harry entrando por la puerta. Niall le pudo haber dicho que sí, que es noche la pasaría con Jualia, pero no, lo primero que atinó a decir fue:
- ¿Me podría dar algo para los dolores de cabeza? -dirigiéndose al farmacéutico.
Harry lo observó con medio sonrisa.
- ¿Y tu qué haces aquí, cielo? -preguntó Harry a Gael.
- Lo acompaño; en el camino venía tambaleándose -mintió.
Niall la miró de soslayo.
- ¿Y tú? ¿Qué haces aquí? -le preguntó Gael a Harry.
- Vengo por unos... ''sombreros'' -dijo con sus dedos formando unas comillas.
Gael comprendió al instante, y Niall igual.
- Oh, ya veo -rió.
Harry rió; Niall rió; el farmacéutico los observó detrás de sus bajos lentes con una mirada retórica.
Entonces Niall tomó eso como una oportunidad para poder elegir al mismo tiempo que Harry elegía unos para él, ya que no sabía nada sobre el tema.
- Bien, ya que estamos aquí, puedo comprar unos ''sombreros'' -comentó Niall.
- Los pago yo -dijo Harry.
- No, está bien - Niall El Modesto.
- Insisto, amigo -señaló Harry, colocando su mano sobre el hombro de Niall.
- Bien -sonrió satisfecho.
- Aquí tiene su migral, jóven -interrumpió el farmacéutico.
Gael tomó la caja por Niall y también pagó por ello.
- Veo que estoy de suerte -comentó Niall, con sarcasmo.
- Lo lamento; eres irresistible -dijo con una gran sonrisa.
- Es cierto, lo eres. Grr -Harry El Cómico.
- Sí, por su puesto - hechó su imaginaria melena hacia atrás y parpadeó un par de veces.
El farmacéutico rodó los ojos; soberbio.
- Muchacho, dígame, ¿qué se le ofrece? -preguntó Harry.
El farmacéutico entrelazó sus manos y las colocó sobre el mostrador de cristal.
- Condones -dijo.
- ¿De qué marca?
- Durex -respondió.
- ¿Color?
- Azul -sonrió.
El hombre se echo unos centímetro hacias atrás y tomó una caja azul con detalles en blanco.
- ¿Algo más?
- Sí -le codeó a Niall; Gael los miraba con detención-. Vamos, pide tú.
El hombre senil observó ahora a Niall.
- Emm... -miró por debajo del mostrador las variedades de cajitas-. Deme los rosados -se guió por ese color sólo porque sabia que ese era el color que más le gustaba a Julia, sin embargo no se detuvo a ver lo que decía la caja.
El farmacéutico se lo cedió y Harry sonreía sorprendido.
- ¡Vaya, Niall!
- Son veinte con cuarenta y ocho -dijo el hombre, algo irritado.
Gael no sabía si reír o llorar.
Niall era un completo novato, claramente.
- Aquí tiene -Harry le dio treinta euros-. Quédese con el cambio. Hasta luego.
Se retiraron de allí y Niall seguía sin entender sus risas. Hasta que la leyó el prospecto: ''sabor a frutillas, para más placer''. ¿Sabor a frutilla? ¿Y para qué qué querría tener un sabor en el...? <<¡Oh, dios santo!>>, pensó.


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