domingo, 21 de agosto de 2011

The Dreamers: Capítulo dos, Un choque inesperado.

Capítulo dos: Un choque inesperado.


Eran las doce y un minuto de la noche, estábamos todos completamente aburridos. Lo único bueno que se me ocurrió en el momento fue salir de la casa y sentarme a los pies de la pequeña escalera a meditar sobre el día o a pensar en varias cosas cotidianas de la vida. Mayra me siguió después de dos minutos con un cigarro en la boca. Me dijo que Natalia se sentía mal y que se había ido a acostar, Florencia se estaba duchando, Luz lavaba los platos y Tomás jugaba al Sudoku en el living mientras que Mariano hacía torres con las cartas del póker. La casa estaba en completo silencio.
Volteé la cabeza para mirar otro horizonte. A lo lejos pude ver una casa, todas sus luces estaban  encendidas. Forcé mi vista y pude fijar a un joven internándose en las olas. Mayra vio mi distracción y comento:

-¿No te parece que vallamos? Estoy muy aburrida; quiero hablar con alguien más, conocer a alguien más. ¿Qué decís vos? 
-A mí me da lo mismo... -pause y tomé aire- Además caminar diez metros no me van a matar -me levante, estire mi mano para que Mayra se pudiera levantar, está la tomo y cuando se levantó limpio su pantalón lleno de arena.
A medida que íbamos caminando, el cigarrillo puro de Mayra se iba consumiendo. Al darse cuenta de que ya no había más que aspirar, lo arrojó a la arena y lo enterró en la misma con su pie. Seguíamos caminando.

Estábamos a dos metros de la pequeña morada de aquel extraño, nos miramos decididas y avanzamos. Pasamos cerca de él, atenuamos el paso pero no pretendíamos parar, sino que él nos viera pasar. Cuando giró a observarnos lo único que pude notar de él fue que, tenía el cabello de un color chocolate claro, achinado y largo hasta casi sus hombros, por lo que los llevaba sujetados en media cola de caballo, llevaba puesto una camisa celeste pastel y un pantalón blanco largo con un dobladillo hasta sus pantorrillas. No pude ver bien su rostro, pero si sentí una fuerte mirada de él hacía mí.
-¿Lo viste? -preguntó Mayra disimulando hablar.
-No.
-¿Cómo qué no nena? ¡Pero si lo tenías al lado! -exclamó.
-¡Ya se! Pero no veo un pomo, es de noche y la luz de la luna no le pegaba en la cara... ¿O qué? ¿Queres qué ahora gire la luna para ver si le podemos ver la cara? ¡Dejáte de joder!
-La verdad que no -contestó desafiándome.
-Bueno, bueno, ¿eh? Conmigo te calmas -me había enfurecido.
-¿No te diste cuenta de que estoy tranquila? –hizo énfasis en cada palabra.
-Te felicito -pegué la vuelta enfurecida.

Mis cortas piernas iban a un paso muy acelerado. No me importaba nada, tanto así que sentí que mi cuerpo era una pluma en el aire que de repente había hecho un choque contra algo. Para cuando me quise dar cuenta me había caído. Me avergoncé, porque había caído encima de aquel muchacho.
-¡Ay perdón! -la luna y mis ojos dejaron que contemplara su rostro. Me miraba con un poco de tristeza, pero hubo algo que sentí que brillaba; era su sonrisa. Una preciosa y sagaz sonrisa se asomaba ante mis pupilas.
-No te preocupes, no fue nada -bajo la mirada y acomodo su cabeza, de manera que pudiese observar mi rostro- Linda sonrisa.
-Gracias -me aparté del él como pude y me levante. Él hizo lo mismo.
Unas risas demasiado enfermizas hicieron que girara bruscamente: la muy maldita de Mayra reía desenfrenadamente, como si nunca hubiese visto a dos personas chocarse, o como si nunca le hubiese sucedido a ella.
-¡Mayra, para un poco! -grité- ¿Por qué en vez de reírte no preguntas si estamos bien? -me agache y comencé a limpiar la arena que se había pegado a mis piernas.

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