sábado, 22 de octubre de 2011

The Dreamers: Capítulo diez, Una breve descripción de todos y música.

Capítulo diez: Una breve descripción de todos y música.


Me acomodé en el suelo luego de limpiar mis extremidades. Me sentía en paz envuelta entre aquella multitud, en aquel ámbito escuchando las diferentes voces tranquilas y sumamente serenas.
Miraba a cada uno y a cada uno le buscaba sus complejidades y semejanzas con los demás. Mientras más los observaba más me enamoraba de sus rostros y sus diferentes facciones. Eran todos bellos.
Tomás era prominente, fino, delgado. Tenía el cabello corto con unos pequeños risos castaños. Unos cristalinos ojos astrales que al caer el sol encima de ellos se iluminaban y parecían un sendero invisible. Cuando él reía se le hacían unos hoyuelos a los costados de sus mejillas, la mayoría de las veces estaba serio con su ceja derecha elevada. Siempre que hablaba parecía una pequeña campanilla retumbando en los oídos de todos, con sus sabias conclusiones y palabras. Mientras estiraba sus piernas casi pegadas a las de Mayra.
Ella era, de las mujeres, la más alta, la más optimista. Sus ojos eran hermosos visto desde cualquier ángulo, tenía unos rasgos delicados y su piel, oscura como la arena mojada pero con un brillo especial. Su cabello llegaba hasta sus caderas, marrón e irregular. Cuando reía dejaba ver una perfecta hilera de blancos dientes. Al subir el sol por su ventana los ojos parecían dos pequeñas avellanas tratando de acrecentar su claro color.
Natalia estaba a su costado, acariciando su cabello rubio ceniza con sus largas manos. Sus ojos pardos tenían forma de gota colocadas en su ángulo horizontal, una larga y respingada nariz y unos finos labios finalizando con su semblante tan pulcro. Su tés era blanca como la nieve. A menudo se la veía sonriendo; siempre bailaba y nunca dejó de cantar.
Mariano estaba detrás de ella oyendo como las palabras de Delfina salían disparadas por sus labios. De los varones él era el más alto, el más delgado y el más rubio. Tenía el pelo corto, sus ojos eran grandes y poseían una mirada profunda, agraciada y penetrante. Él era el típico chico que por más dolido que este te pinta una sonrisa en el rostro. Nunca dejo de ser cariñoso ni con su propia persona.
Florencia estaba a un lado, cerca de mí. Tenía el pelo castaño muy oscuro, parecía casi negro. A sus ojos le ocurrían lo mismo, eran tan oscuros que parecían el vació de una penumbra oscura, pero a lo lejos se identificaba un radiante brillo en ambas perlas. Tenía una nariz larga, fina y perfectamente recta. Un lunar se posaba justo debajo de su nariz. Era de tés blanca, muy blanca. Ella era alta y enjuta, muy enjunca. Nunca la vi sin dejar se saltar, de irradiar colores en todas partes. Nunca la vi dejar de ser como un arco iris; y cuando ella está triste se nota demasiado, sus ojos se oscurecen más de lo normal y parecieran que no los tuviese, su brillo desaparece, sus comisuras se afligen y recaen.

Luz era demasiado madura para su edad. Era buena oyente, pero era devota de Dios, porque lo que a cada rato lo nombraba o comentaba algo hacer de él o rezaba sus palabras. De vez en cuando no sabía cuando callarse, y eso, hería al prójimo. Alta, delgada, de facciones delicadas y hermosa.
Finalicé conmigo. En ese pequeño tramo traté de analizar mis actitudes, como era. Sí sabía que era una persona muy soberbia, haragana, indolente, arisca, pero también reconocía mi lado amigable, simpático, gracioso, dulce, infantil y por sobre todo esa forma de saber quién soy y tenerlo muy despejado en mi mente. Nunca hice algo para perjudicar a las personas y nunca lo hubiese pensado.
-¿Y vos? ¿Tenes más o menos en mente las cosas de la vida? - preguntó Delfina a Tomás.
- Yo pienso que la muerte es un misterio, luego de vivir y hacer lo que nos correspondía en este mundo - respondió Tomás.
-Está bien, pero no todos estamos para hacer algo útil o algo bien... Hay gente que no sabe ni siquiera en donde esta parada -opiné de repente-. Y sobre la muerte... Es lo único verdadero que hay en la vida.
-Sí, pero, hay una conclusión...
-No Tomi, no hay respuesta...- lo interrumpí-. Está la gente ignorante y la que sabe. Si no tenés bien pensado querés hacer con tu vida es lo mismo que no ser nadie, y te sentís solo, envuelto en la tristeza... Y llega la depresión... -tomé aire y hubo un silencio- Por eso te digo que hay gente que no sabe en dónde está parada.
-No me voy a poner discutir, vos pensas de una forma diferente a la mía y además estamos en democracia y hay que disfrutarla. Te respeto y respeto tus... ideales -río y yo igual.
-Gracias -dije mientras sacudía unas migas de galleta que tenía en el regazo de mi vestido.
-¿Damos este tema por terminado o quieren seguir debatiendo? -expresó Mayra.
-¡Olvidate! Ya está más que terminado... Tanto hablar me dio ganas de comer -dijo Florencia estirándose hacia atrás, luego miro a la pareja-. Che, ¿y si se quedan a tomar unos mates?, o lo que quieran - pausó-. ¿Y si mejor no se quedan a comer? ¿Qué les parece?
-Yo no tengo ningún problema -contestó Delfina-. ¿Vos, amor?
-Para nada, me encantaría -se estiró y sonrió.
-¡Bueno, entonces hacemos un asado! -exclamo Natalia.
-¡Sí! ¡Dale! -dijimos todos al unísonos.
-¡Esperen, ¿Luz sigue durmiendo?! -preguntó Florencia.
-Si... -le contestó Mayra mirando su al rededor.
Vio que faltaba Mariano.
- ¿Y Mariano? - preguntó.
-Se fue al baño -le contestó Natalia.

Cuando anocheció mi primera idea fue irme hasta el patio trasero a tocar un rato la guitarra. Sin más ni menos, tomé la guitarra de Mayra, coloqué mis dedos en las cuerdas y las afiné.
-Uh, a ver... -toque un poco y luego agregué- ¡Perfecto!
Mientras la introducción con las cuerdas sonaba, de mi boca comenzó a escucharse una tierna unión de palabras, con adorables combinaciones de frases. Era todo una poesía. Bah, casi siempre en la letra de una canción hay poesía, hay tristeza reflejada en ellas, amor, placer, deseo, inmunidad, mgia, alegría, y millones de sentimientos, expresiones e historias.
-Muchacha ojos de papel, ¿adónde vas? Quédate hasta el alba... Muchacha pequeños pies, no corras más, quédate hasta el alba. Sueña un sueño despacito entre mis manos, hasta que por la ventana suba el sol. Muchacha piel de rayón, no corras más, tu tiempo es hoy... Y no hables muchacha corazón de tiza, cuando todo duerma te robaré un color -pausé porque así la guitarra lo decía- Muchacha voz de gorrión, ¿adónde vas?, quédate hasta el día. Muchacha pechos de miel, no corras más, quédate hasta el día. Duerme un poco y yo entre tanto construiré un castillo con tu vientre hasta que el sol, muchacha, te haga reír, hasta llorar, hasta llorar. Y no hables más muchacha corazón de tiza, cuando todo duerma te robaré un color -volví a hacer sonar solo mi guitarra y luego finalicé.
De repente escuché unos aplausos. Al voltearme vi a Harry, y a su lado Mayra. Sonreí y mis mejillas se tiñeron de un rojo apocado, de un rojo sereno.
-Qué lindo -dijo él.
-Gracias -sonreí, me paré con la guitarra entre mis manos, hasta acercarme a ellos.
Le cedí su guitarra a Mayra, ella la tomo, la puso en posición y comenzó a tocar.

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