jueves, 20 de octubre de 2011

The Dreamers: Capítulo nueve, Tus labios en mi mejilla.

Capítulo nueve: Tus labios en mi mejilla.


Estaba en un situación un poco incómoda, no se interactuar más de dos palabras con una persona que apenas estoy conociendo o me gusta, pero lo más raro es que cuya persona de alguna manera llegó a interesarme sin antes haberla conocido profundamente.
Llegó la hora de hablar y no sabía que decir o como aparentar una completa tranquilidad, obviando mi nerviosismo. Un atiborrado maquillaje. Sonreí, de alguna manera tenía que pasar aquella prueba que el momento me estaba colocando. En el silencio de mi sonrisa pude captar un brillo especial en los ojos de Harry, solo se le hacían cuando me miraba y claramente cuando sonreía para deleite mío.
-Y... ¿Bueno? -pregunté sin siquiera haber querido preguntar- ¿Está todo vien con tu novia? -atiné a decir.
-Sí, algo así -pauso-. Digamos que sí... -sus manos se dirigieron a sus bolsillos y sus labios hicieron un gesto, moviéndolos de un costado al otro.
-¿No queres pasar? -no me creía ni yo misma lo que había dicho.
-Sí, me parece pero, ¿molesta si le digo a Delfina?
-¡Para nada! -contesté lo más normal posible.
-Bueno, esparame acá que la voy a buscar -acaricio mi brazo y yo sólo supe mirarlo a los ojos; mi sonrisa se dibujó segundos después.
-De todas formas es acá en donde me voy a quedar esperándote.

Salió corriendo en busca de Delfina, su novia. La encontró charlando muy ordinariamente con un surfista. Era la clase de tipo que se creía divino con todas las mujeres que se le acercaban por sus bien pronunciados músculos gracias a horas y horas de ahogarse en sudor en el gimnasio, su piel exageradamente bronceada y mucha tintura rubia para el cabello; y como excusa colocan una inocente tabla de surf bajo su brazo.
Harry la tomó de la cintura y con un ademán muy sarcástico tomó el hombro de aquel muchacho y lo zamarreó en forma de saludo.
Luego inmovilizó a Delfina con la misma mano, desde donde yo estaba se notaba que discutían. De curiosa que soy en aquel momento me hubiese gustado saber qué era lo que hablaban.
Me pare recta, tomando entre mis manos mi suave y largo pelo, lo acomodé detrás de mis orejas, fue en vano, ya que un fuerte viento lo desordeno creando un remolino en él. Volví a hacer lo mismo por última vez y en cambio recibí un buen cumplido de Harry.
-Gracias –dije.
-De nada -acaricio nuevamente mi brazo.
-Hola -dije con mi mirada fija en Delfina.
Ella era alta, mucho más alta que yo pero más baja que Harry, su pelo era rubio un tanto amarronado, largo hasta la altura de sus hombros y con algunas ondas. Sus ojos eran negros y vacíos, no veía expresión alguna en ellos. El color de la dorada arena se confundía con el de su piel.
-Hola, ¿cómo estás? -saludó con una agradable sonrisa.
-Muy bien, gracias... ¿Quieren pasar?
Asintieron al unísono.
Al entrar a la casa, Delfina no dejaba de mirar las pinturas que se hallaban en las blancas y pulcras paredes del pasillo principal.
-Esos los hicimos Mayra, Luz, Natalia y yo -reí por lo tonta que fui-. Ay perdón, no conocen a nadie de esta casa... Hagan lo que quieran, ya vengo, voy a ir a buscar a los demás, ¿me esperan?
-Seguro -dijo Harry, Delfina solo movió su mano sin despegar su vista de los cuadros.

Subí al cuarto de Mayra y le dije que estaba Harry con la compañía de su novia, ella se impacientó y bajo rápidamente al living. Pase por los cuartos de Luz, Florencia y Natalia y solo vi a Luz durmiendo, no quise despertarla y seguí caminando por el pasillo en busca de Tomás y Mariano. Nos los hallé, y para colmo escuchaba los repiquetear de los zapatos de Natalia en los peldaños de la escalera de madera.
Bajé nuevamente y enseguida escuche las risas de Mayra y de las chicas. Como ellas son unas personas expertas en sociabilizar no les costó nada entablar conversación alguna con Harry y Delfina, me puse celosa por ello.
Los vi a ellos reunidos en el sofá, el único mal ubicado era Harry, quien estaba apoyado en el apoya-brazos del diván, lo pase por alto y me encaminé al patio trasero de la casa. Son esas las casualidades de la vida que cuando uno convive armoniosamente con varones, los varones rompen la armonía y buscan herramientas con las cuales bromear de manera molesta a una persona; en este caso una chica, y esa era yo. Para mi ''suerte'' Mariano y Tomás le tenían planeado un charco lodazal arenoso en la parte inferior del lado de afuera de la casa, a alguna que persona que por casualidad -fue mi caso- debiera cruzar al otro lado. Pise el lodo con grumos de arena y caí del lado de adentro, pero mi trasero sufrió varios escalones. Todos reían y yo solo intentaba tomarme del ventanal, ya que mis pobres pies estaban llenos de barro. Las marcas que mis manos dejaron en el vidrio eran de lamentar, estaba todo en un perfecto lujo hasta que una torpeza mía fue a dar a aquel cristal y a las atildadas cortinas.

De repente sentí unas robustas manos que me tomaban por debajo de mis axilas hasta tomar decididamente mi cintura. Estaba segura de que era Harry, ¿quién otro si no?
-¡Son increíbles! -masculló tomando los brazos de Harry haciendo fuerza hacía arriba, así no dejaba todo el peso de mi menudo cuerpo a él.
-¡Decinos si eso no fue genial, Vicky! -exclamó Mariano.
-Sí, buenísimo va a ser cuando tus testículos queden como dos pasas de uvas.
Harry comenzó a reír y yo no pude evitar sonreír. Tomás me miro, su mirada me decían más que mil palabras, me marcaban pequeños indicios claros.
-Perdón prima -tomo mi mano y la acarició.
-Sí, perdón Vicky -añadió Mariano en unas milésimas de segundos después de Tomás.
-M.m... Está bien.
-¿Queres que te ayude en algo, Vicky? -pregunto Harry de repente.
-No... Harry. Gracias por ayudarme -pausé mirando al grupo de chicas-. ¡La verdad que fuiste el único que se preocupó! -les grité, luego reí por lo bajo.
-Sos inconcebible.
-Gracias, ¿pero por qué lo decías? Yo sé que soy un completo desastre.
-No digas eso, me dan ganas de matar a las personas que se desprecian o se rebajan de esa forma ellas mismas... -expresó con sinceridad.
No supe que decirle, solamente mirarlo como hace veinte minutos atrás en la puerta de mi gran morada.
-¿Estás viva? -preguntó con un sonrisa y sacudiendo mi hombro.
-Sí... -tomé aire- Más vale que no me mates, porque por más malísima que sea... Supongo que me queda mucho tiempo para mejorar.
-Eso estuvo mejor -beso mi mejilla, lo hizo, y sin previo aviso a mis despistados reflejos.

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