miércoles, 19 de octubre de 2011

The Dreamers: Capítulo ocho, Risas.

Capítulo ocho: Risas.


La puerta sonó tres veces, luego dos, y luego otras tres más: era una clave. Era obvio que quien estaba detrás de la puerta, era un individuo que media casi un metro setenta y uno, pelo marrón, largo y un poco ondulado, ojos castaño oscuros, grandes y bien delineados, delgada y con un temperamento duro y una desenvoltura explosiva.
Abrí la puerta y Mayra estaba parada mirándome un poco lánguida, su rostro reflejaba preocupación.
-Che, ¿está todo bien? -preguntó alzando su mano y apoyándola en mi hombro. Sentí un escalofrío.
-Pasá -la tome del brazo, la senté en mi cama y con las fotografías de Harry en mi mano me quedé mirando hacía el balcón.
-Mavi... -llamo mi atención- ¿Está todo bien? Me imagino que estarás un poco enojada...
-Fue en el momento. Tiene razón, soy un desastre, el peor de todos. En ese minuto me hirió porque hice un esfuerzo por cocinar el puré, aunque sea aplastar mucha papa, poner leche y mezclar todo -dije rápidamente-. Ahora quiero que veas esto -dije rápidamente.
-Bueno...
Estiré mi brazo y le di las fotografías. Mientras ella las observaba yo caminé hasta el balcón buscando a Harry con la mirada. No lo encontraba, por lo tanto me di por vencida y cuando estaba por bajar la vista el ímpetu de una joven saltando llamo mi atención. Era su novia, Delfina, y en el centro de su círculo invisible dando vueltas en su propio eje para no despegar la mirada de ella, estaba él.
-¡Te gusta el vecino! -gritó de repente Mayra, pegando un pequeño salto y poniendo su risa en grave.
-¡Shh! -le repetía una y otra vez con énfasis-. No quiero que medio mundo se entere, ¿te parece?
-Bueno, es que no sé, saber que te gusta alguien es un milagro del cielo Vic -sonrió enfermizamente y cantando decía-. ¡Aleluya, aleluya! -se detuvo y con un brusco girón de cabeza me miro de golpe, y acercándose a mi agregó- Y vos que me decías que nunca te ibas a enamorar.
-Es que no estoy enamorada -la miré con desgano y mis brazos cruzados.
-Ah, solo te gusta... ¡Qué aburrida que sos! -se sentó en la cama con sus brazos detrás, en diagonal, manteniendo el peso de su cuerpo sobre ellos.
-¡No, no soy aburrida! -exclamé tomando la silla del escritorio y sentándome en ella muy apaciguadamente, pero del revés; mis brazos apoyados en el respaldo y mis piernas enrolladas en las patas delanteras- ¿Por qué no puedo no estar enamorada? ¿Acaso alguien dijo que sí o sí me tengo que enamorar de alguien porque si no soy una persona aburrida? Dejá de decir cosas incoherentes-dije en forma burlona.
-Amargada -río- Dale, deja de tontear y decime...
-¿Qué queres qué te diga? -me levanté, estaba muy hiperactiva desde que yo misma saque mis conclusiones acerca de aquello; nerviosa, así estaba.
-Mmm... -suspiró pensativa- ¿Qué le viste? Es precioso, está más bueno que comer pollo con la mano pero yo soy re chusma y quiero saber.
-Lo primero que me atrapo fue su mirada. Es cálida pero fría, por momentos penetrante y a veces es distante; me encanta.
-Mmm, Victoria -bromeó giñando un ojo con su sonrisa perversa, acompañado con un suave tono seductor.
-Mmm, Mayra callate o te mato -bromeé giñando un ojo pero con sarcasmo, acompañado con el mismo tono seductor.
-Que antipática -mordió su labio inferior de manera bufona.
-Ya sé que soy antipática, te felicito por darte cuenta... -la mire de reojo.
-Vení -me dijo después de un minuto que dejamos pasar en un disfrutado silencio.
-¿Adónde? ¿Para qué?
-Vamos a salir un poco a la playa… -me llevó al baño, volteó su cabeza mirando a todas las direcciones, volvió al cuarto y soltó mi brazo; se agacho, abrió uno de los cajones de mi bártulo preferido y haciendo un desorden con mí ropa tomo una bikini completamente azul y dijo:
-Ponetela ya.
-Ni loca, olvidate que me la ponga, no, no… -me negaba, sentándome en la cama con mis piernas cruzadas.
-¡Que sí! ¡Ponetela! –exigía Mayra moviendo sus manos para todos lados.
-No –contesté tranquila.
-Sí.
-No.
-Sí.
-No.
-No –me despistó Mayra.
-Si –dije yo muy necia.
-¡Já! ¡Dijiste que sí, ahora te la pones!
-Sos reverenda hija de Dios –se la arrebaté de la mano y me encerré en el baño.

Me coloqué la bikini, aún sabiendo que las detestaba ya que normalmente iba a la playa vestida. No me gusta el Sol tanto como para que tueste mi piel, la prefiero así de blanca y pálida.
Encima de ella me coloqué un vestido veraniego de color blanco. Me sentía mucho más cómoda, sentía que si solo salía con la bikini y sin ningún tipo de paño florido o algo, me vería atrapada en una ridícula y total vergüenza.
-Listo –dije una vez que salí del baño.
Mayra me miro horrorizada.
-¡¿Y ahora qué?! –vociferé haciendo unos movimientos con mis manos.
-¡Querida! –Resopló-. ¡Si te doy una bikini es para que se te vea todo, no para que te tapes!
-¿Qué parte de ‘’soy reservada’’ no entedes? ¿’’Soy’’? o, ¿’’reservada’’? ¿O directamente no entendes? –me estaba frustrando y solo decidí a sentarme a la orilla de la cama.
-Sí, sí, si claro… -contestó irónicamente-. Ahora vamos a salir, dale.

Me tomó del brazo como antes, me hizo bajar las escaleras rápidamente, cada dos escalones.
Cuando nos topamos con la puerta principal Mayra respiro profundamente y me soltó. Salió riéndose prepotentemente de manera innecesaria. Todos se dieron vuelta y yo no sabía si correr a dentro de la casa o humillarme. Elegí humillarme y me tape la cara con la mano. 
Mayra me codeó en las costillas y por lo bajo me dijo que fingiera una risa escandalosa, de esa forma Harry me escucharía y de seguro querría saber porque estaba riendo con ese aspecto. Al principio no estaba segura de hacerlo pero recordé un chiste y comencé a reír lo más fuerte que pude. Mi risa nasal a la que yo llamo ‘’Risa de Cerdito’’, se hizo presente y gracias a ella Mayra se tentó inexplicablemente. Nuestras risas eran tantas que Harry se dio vuelta, se acercó a nosotras y se quedó observándonos con una sonrisa, dejando ver una hilera de perfectos dientes bien blancos. Un perfecto Rosario, como diría mi abuela. 
-Hola –saludo tentado-. ¿Están bien?
-Si… -pude decir yo retomando el aire perdido- Perdón Harry, tuvimos un pequeño atoro de risas…
-Me di cuenta –colocó sus mano en los bolsillos y se dedicó a mirarnos-. ¿Se puede saber de qué reían? –nos brindó una risa muy suave y complaciente.
Mayra me miro sin saber que decirle, pero a mí enseguida se me ocurrió contarle un chiste que una vez mi hermano había hecho en una noche donde toda la familia Cardillo estaba reunida y la ronda para decir ocurrencias era infinita.
-Es que… -tomando aire- Le conté un chiste a Mayra, ella se tentó y por su risa me tenté yo también. ¿Queres que te lo cuente? –el asintió- Una lombriz ve un plato de fideos y dice: ‘’¡Orgía!’’
-¡Esta bueno! –río.
-Decícelo a mi hermano, si es que alguna vez tenés la suerte de conocerlo –me cruce de brazos sin dejar de sonreír, Mayra se estaba yendo y al darme cuenta de eso giré y le grité- ¿A dónde vas? –Pause - ¿Qué vas a hacer?
-No sé si escuchaste pero me está llamando Mariano –mintió.
-Ah, bueno, entonces entremos –me acerqué a ella pero me detuvo en el instante.
-No hay dos Mayra's, solo hay una y esa soy yo –miro a Harry y lo saludo con la mano-. Permiso,nos vemos…
No sabía qué hacer, estaba en una posición muy desasosegada. No me gustabaa para nada.

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